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¿Cómo funcionan los ensayos clínicos de las vacunas covid?

Para probar la eficacia y la inocuidad de las vacunas experimentales contra el covid-19, se llevan a cabo ensayos clínicos con decenas de miles de voluntarios, por lo general divididos a la mitad entre un grupo placebo y un grupo tratado. Este es el caso de los ensayos de Pfizer/BioNTech y de Moderna, que recientemente informaron de una muy alta efectividad.

¿Quiénes realizan ensayos clínicos?  

El grupo estadounidense Pfizer realiza y financia el ensayo clínico de su propia vacuna en 44.000 personas en Estados Unidos, Brasil, Alemania, Sudáfrica y Turquía. Los participantes se postulan como voluntarios y si son aceptados reciben dos dosis con tres semanas de diferencia, mientras son controlados regularmente.

Moderna realiza su ensayo en asociación con los Institutos Nacionales de Salud, la organización de investigación pública más grande de Estados Unidos, que cofinancia el estudio y desarrolló conjuntamente la vacuna, también en dos dosis, con un intervalo de cuatro semanas. Se lleva a cabo solo en Estados Unidos, con 30.000 voluntarios.

¿Saben los participantes si reciben el placebo o la vacuna?  

No. La enfermera que les administra la inyección también lo ignora. El placebo es un simple suero fisiológico (solución salina), sin ningún efecto terapéutico.

¿Cómo se sabe si la vacuna es eficaz?  

Todos los voluntarios de los ensayos siguen sus vidas con normalidad: después de sus inyecciones se van a casa, trabajan, estudian y viven como todos los demás, con las mismas recomendaciones de cuidados, confinamiento o uso de máscara que el resto de la población.

Con el tiempo, un número de participantes se contagiará espontáneamente de covid-19. Se sabrá porque ellos deben informar periódicamente a los investigadores sobre sus síntomas y se diagnosticará cualquier caso sospechoso.

Si la vacuna es efectiva, el número de casos en el grupo de los participantes que recibieron la vacuna real será menor que en la otra mitad, que solo recibió el placebo.

El objetivo es que la diferencia sea lo suficientemente significativa como para descartar que sea resultado del azar. Los métodos estadísticos entran en juego para lograr un nivel de certeza predeterminado. Una eficacia del 100% significaría que no hubo ningún caso entre los vacunados y sí varios en el grupo de placebo.

Hay que tener en cuenta que el objetivo principal de la vacuna no es prevenir el contagio por el coronavirus sino evitar que las personas desarrollen la enfermedad causada por el virus, es decir, el covid-19. Se considerará particularmente eficaz si, además, previene las formas graves de covid-19.  La idea es que si una vacuna previene caer enfermo, se logrará el objetivo de salud pública, incluso si las formas asintomáticas continúan propagándose.

¿Son los participantes expuestos voluntariamente al coronavirus?  

No. Simplemente se observa si, «en la vida real», existe una diferencia en la incidencia de covid-19 entre las personas que han sido vacunadas y las que no.

Como la enfermedad no tiene una cura 100% efectiva, no sería ético infectar deliberadamente a personas con el coronavirus, aunque algunos investigadores han propuesto hacerlo en personas jóvenes y sanas.

 Pero ¿por qué tener un grupo placebo?  

Si se le hiciera seguimiento a 10.000 personas vacunadas y 100 enfermasen de covid-19, ¿cómo sabríamos el grado de efectividad de la vacuna? Podría ser que sin la vacuna hubiera habido la misma cantidad de enfermos, o el doble, o 10 veces más.

La única forma de determinar la eficacia es comparar al grupo vacunado con un número equivalente de personas no vacunadas, es decir, con un grupo placebo.

Con una muestra muy amplia de decenas de miles de personas, representativa de la población, es casi seguro que los dos grupos tendrán la misma diversidad de perfiles y comportamientos, lo que permite compararlos.

De hecho, no hay ninguna razón por la que todos los adultos jóvenes de un grupo, por ejemplo, se nieguen a usar una mascarilla, pero tampoco para que lo hagan los del otro grupo. Sobre todo porque cada uno de ellos ignora si ha recibido el placebo o la vacuna.

 ¿Quién analiza los datos?  

No son las empresas las que analizan los datos directamente, sino los comités de expertos independientes a menudo llamados «data and safety monitoring board» (junta de monitoreo de datos y seguridad, DSMB), y cuyos miembros se mantienen anónimos para protegerlos de cualquier presión política o de otro tipo.

En el caso de Pfizer, este comité está formado por cinco personas.

En el caso de Moderna, AstraZeneca/Oxford y Johnson & Johnson, los Institutos Nacionales de Salud han creado un comité único de expertos independientes, con 10 a 15 miembros, según Kaiser Health News.

A intervalos regulares previstos en los protocolos de los ensayos, estos comités analizan los datos recopilados para ver a qué grupos pertenecen los participantes. Entonces pueden informar al fabricante en caso de resultados concluyentes, y el fabricante puede usar los datos para solicitar o no solicitar una autorización de comercialización.

Además de la eficacia, los comités vigilan de cerca la seguridad. Analizan la gravedad y la frecuencia de los efectos secundarios, que serán determinantes para autorizar o no el producto.

 170 casos, ¿no es una muestra pequeña?  

Pfizer informó haber observado 170 casos de covid-19 dentro de los siete días siguientes de la segunda dosis, lo que parece pequeño en comparación con el número total de participantes (44.000).

Pero estadísticamente, este resultado es suficiente. De hecho, se encontraron 162 casos en el grupo de placebo y solo 8 en el grupo vacunado. La diferencia es tan grande que es extremadamente poco probable que sea una casualidad.

La eficacia calculada del 95% significa que las personas vacunadas tenían un 95% menos de probabilidades de contraer covid-19 en comparación con las personas no vacunadas.

¿Podrán vacunarse los voluntarios placebo al final?  

Es el gran dilema ético. Por lo general, cuando un fármaco o una vacuna resulta eficaz, se informa a los participantes que recibieron el placebo que han recibido el placebo y se les ofrece, si lo desean, el producto real. En cualquier caso, nada impide que los participantes que duden acudan de forma independiente a la farmacia para vacunarse.

El problema es que se supone que los ensayos durarán dos años o más, con el fin de determinar la duración de la protección conferida por la vacuna y estar atentos a la aparición de efectos secundarios a largo plazo.

Por el momento, las autoridades sanitarias, cuestionadas por los fabricantes, no han hecho una recomendación para solucionar este problema

LA CARRERA NO TERMINA 

La lucha contra la pandemia dio un giro potencialmente determinante en solo ocho días, con los anuncios de tres vacunas altamente eficaces, pero todavía quedan muchas dudas por resolver respecto a estos productos bajo ensayo clínico, objeto de intereses financieros gigantescos.

 ¿Cuántos proyectos?  

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dio cuenta el 12 de noviembre de 48 proyectos de vacuna en el mundo que son objeto de ensayos clínicos en humanos. Diez están en fase tres, la más avanzada, que implica a decenas de miles de voluntarios para probar su eficacia.

Entre sus fabricantes, tres anunciaron en los últimos ocho días que su vacuna tiene una eficacia superior al 90%: la farmacéutica estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNTech, la estadounidense Moderna y las autoridades rusas y su instituto de investigación Gamaleia.

También figuran los proyectos de varios laboratorios estatales chinos y el de la Universidad de Oxford junto a AstraZeneca.

La OMS contabiliza por otro lado 164 proyectos de vacunas en fase preclínica.

 ¿Cuáles son las técnicas? 

Por un lado, se trabaja con productos clásicos, que emplean un virus «muerto»: son las vacunas «inactivas», como las de las farmacéuticas chinas Sinovac y Sinopharm.

También están las «subunitarias», a base de proteínas, que activan una respuesta inmunitaria.

Otras, llamadas de vector viral, son más innovadoras: se transforma y adapta otro virus para combatir el covid-19, como en los casos de la Universidad de Oxford y de Rusia, que emplean adenovirus, una familia muy común.

Moderna y BioNTech/Pfizer desarrollan por su parte vacunas de «ADN» o «ARN», unos productos innovadores que utilizan fragmentos de material genético modificado para ordenar a las células los tipos de proteínas que deben producir para combatir el SARS-CoV-2.

«Cuantos más proyectos y técnicas diferentes haya, más posibilidades tendremos de dar con una vacuna que funcione y se tolere bien», explica a la AFP Daniel Floret, vicepresidente de la Comisión Técnica de Vacunaciones de la Alta Autoridad de Salud francesa.

 ¿Cuáles son los resultados? 

Pfizer y BioNTech fueron los primeros en anunciar el 9 de noviembre que su vacuna es eficaz en un 90%. Dos días después, Rusia afirmó que la suya superaba la primera (92%) y este lunes Moderna aseguró que su vacuna tenía una eficacia mayor (94,5%).

Según la comunidad científica internacional, estas conclusiones son muy alentadoras.

Pero a la vez se trata de resultados intermedios, basados en pocos casos de infecciones (94 para Pfizer/BioNTech, 20 para Gamaleia y 95 para Moderna).

Además, es necesaria su publicación detallada en una revista científica que permita a expertos independientes pronunciarse al respecto.

Así, estos proyectos deben todavía responder a preguntas clave, como ¿durante cuánto tiempo protege la vacuna? ¿Impide la infección y por tanto la transmisión del virus o bien solo reduce la gravedad de la enfermedad? ¿Es eficaz también para las personas más vulnerables?

 ¿Cada vez más rápido? 

«Los plazos de desarrollo y de aprobación son más rápidos con estas vacunas debido a la emergencia sanitaria», explica en su sitio internet la Agencia Europea del Medicamento (EMA).

 ¿Rapidez versus seguridad? 

«Las exigencias relativas a la seguridad son las mismas que para el resto de vacunas y no se rebajarán debido a la pandemia», según la EMA.

«No hay que confundir rapidez con precipitación: hay que tomarse el tiempo necesario para realizar un análisis completo, riguroso y transparente», afirma a la AFP el inmunólogo Alain Fischer.

Los proyectos de Oxford/AstraZeneca y BioNTech/Pfizer son objeto de este «examen continuo», al que este lunes se sumó también Moderna.

En Estados Unidos, BioNTech/Pfizer y Moderna prevén someter su demanda de salida al mercado rápidamente.

¿Para cuándo? 

«Ignoramos si se aprobarán vacunas y cuánto se tardará: es difícil prever un calendario», admite la EMA.

Pero algunas farmacéuticas, conscientes del valor financiero de sus anuncios, aseguran que es posible antes de fin de año.

El fundador de BioNTech, Ugur Sahin, aseguró el domingo a la BBC que el objetivo es suministrar más de 300 millones de dosis en el mundo hasta abril, lo que permitiría «empezar a tener un impacto».

«Lo que es esencial es contar con una tasa elevada de vacunación para el otoño/invierno» boreal de 2021, dijo Sahin.

En un primer momento, la cantidad de vacunas – suministradas en dos dosis -, «será limitada y se dará prioridad al personal médico, a las personas mayores y a las personas de otros grupos de riesgo», subrayó en Twitter el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

 ¿Un antídoto contra la desconfianza? 

Si se consigue contar con una vacuna eficaz y disponible masivamente, la cuestión siguiente será cuánta gente aceptará vacunarse.

Según un estudio de la revista británica Royal Society Open Science, hasta un tercio de la población de algunos países, incluyendo México y España, es susceptible de creer en las informaciones falsas que circulan en las redes sociales acerca del covid-19, lo que aumenta la desconfianza hacia la vacunación.

«Los gobiernos y las empresas tecnológicas deberían buscar la manera de mejorar la educación de la población sobre medios digitales. Si no, desarrollar una vacuna podría ser insuficiente», señaló en ese estudio Sander van der Linden, investigador de la Universidad de Cambridge.

Por su parte, el Foro Económico Mundial publicó este mes un informe llevado a cabo en 15 países, según el cual 73% de los interrogados está de acuerdo con la afirmación «Si hay una vacuna, me vacunaré». Eran 77% en agosto. /AFP

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