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Mi maestra María Elena Mejía

Mi Maestra, mi preceptora, María Elena Mejía, ha partido a sus 96 años cumplidos. Ella, en el Local de la Escuela Rural de Monguí, fue la que me enseñó las primeras 27 letras y 2 dígrafos de la cartilla del abecedario, la que me llevó la mano para hacer los primeros trazos, para que aprendiera a hilvanar unas letras con otras hasta construir las palabras, para darles significado y sentido a las mismas, a punta de planas con las que emborronaba cuadernos.

Ella, durante su permanencia en mi pueblo, sostuvo una gran amistad con mi mamá, entonces aprendí que la amistad es la prolongación de la familia. María Elena desde entonces hizo parte de nuestra familia.

Con ella aprendí, cómo olvidarlo, el poema del autor peruano Teodoro Palacios, ‘Mi cuaderno’, el mismo que declamé tantas veces en mi primera y tierna infancia: ¡Ay!, mi cuaderno/ como lo quiero. /Es el amigo/ más verdadero. /Guarda en sus hojas/toda mi vida;/con él me acuesto /y es mi comida. /Es una madre/que me corrige/y cuando lloro/también se aflige. /Es juez y es padre/ y es mi tutela; /lleva consigo /toda la escuela.

María Elena Mejía ejerció por 32 años el magisterio, al cual se consagró con altruismo y férrea voluntad, contribuyendo a la formación de muchas generaciones, entre ellas la mía. Su peregrinaje como educadora la llevó desde La Guajira hasta el departamento del Magdalena, en donde además se desempeñó como Directora de la Escuela República de Bolivia. Allí se estableció, después que enviudó tempranamente, con sus hijos, Mario, Elmis, Alfonso, Alix, Jorge Luis, María Fernanda y María Cristina, para quienes fue todo, absolutamente todo, sacándolos adelante con muchos esfuerzos y sacrificios. Y ellos no han sido inferiores a su ejemplo e inspiración.

Una faceta muy especial de María Elena fue su liderazgo. Su carisma hizo que en donde quiera llegaba se erigía en la líder y la causa del Magisterio fue la suya.

Ella, además de activa era una gran activista. Gracias a su liderazgo se organizó una gran marcha del Magisterio de la Costa hasta Bogotá, con tan mala suerte que no pudo cumplir su cometido debido a una fractura en una de sus piernas.

Quemó sus últimos cartuchos en su denodada lucha en defensa de los educadores como Presidenta de la Asociación de Pensionados del Magdalena y desde allí bregó a brazo partido en defensa y reivindicación de los intereses de los educadores.

Además del reconocimiento y agradecimiento que le debo por haber sembrado en mí la simiente del aprendizaje y el conocimiento, sentando bases firmes en mi intelecto para desbrozar el camino que me llevó hasta la Educación Superior, le debo también su incondicional apoyo a mi aspiración al Congreso de la República en las tres oportunidades en las que resulté electo. Paz en su tumba! Rionegro, diciembre 22 de 2020/ www.amylkaracosta.net

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