HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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La unidad familiar, uno de los últimos mensajes que dio a todos sus feligreses

Después de 21 días de estar luchando contra el Covid-19 en la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica Avidanti, en la ciudad de Santa Marta, falleció en la tarde de ayer el señor Obispo de la Diócesis samaria, monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval.

Monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval iba a cumplir 7 años de estar ocupando el cargo de Obispo de Santa Marta, entró a reemplazar a monseñor Ugo Puccini Banfi, Obispo Emérito de esta capital, quien también se contagió de Covid-19 y está internado en la  Unidad de Cuidados Intensivos en una clínica de Cartagena.

Como se recordará el 5 de agosto del año 2014, el Papa Francisco lo nombró como Obispo de la Diócesis de Santa Marta. Tomó posesión de la jurisdicción el 8 de octubre del mismo año.

Monseñor Piedrahita Sandoval en su lecho de enfermo y antes de agravarse ofreció su sufrimiento por toda la comunidad creyente.

 “Es que el dolor por el dolor  es tragedia, pero el dolor por amor, es redención, es purificación, salvación, perdón, es paz y armonía, gracias Señor por darle la fortaleza de ofrecerse y cuando sus fuerzas físicas se minimizan  es un corazón grande el que late para entregarse totalmente, para ofrendar el sufrimiento y la incomodidad, dolor por dolor es tragedia, dolor por amor es redención, así lo enseñaste tú Padre de bondad en la Cruz, dolor que redime, sufrimiento que redime, que hoy se convierte en dolor y sufrimiento que sana,  restaura, revitaliza y reconforta”, manifestó el vicario general de la Diócesis, Dairo Navarro Escobar, antes de que el señor Obispo ingresara a la UCI.

En su último diálogo con HOY DIARIO DEL MAGDALENA, antes de Navidad, monseñor  Luis Adriano Piedrahita Sandoval hizo énfasis en la unión familiar: “Es algo   fundamental y la esencia de la unión cristiana. La familia es la primera célula de la ciudad y sobre la cual se edifica la Iglesia de Jesús. Para nosotros la familia ocupa un puesto muy importante. Lo que pasa es  que hay situaciones y circunstancias en la vida que nos alejan de la realidad familiar, de nuestros seres queridos y vivimos un poco distraídos, alejados de aquellos que hacen parte de nuestras familias. La pandemia aunque nos ha traído cosas regulares, también nos ha traído cosas buenas, así que nos ha permitido vivir este  tiempo más en familia para compartir, orar juntos, conversar y fortalecer los lazos familiares llenándonos de Fe y Esperanza”.

Agregó que “debemos tomar la imagen de la barca en medio de la tempestad utilizada por el Papa Francisco, con motivo a la situación que vivimos actualmente, para proponerles la tarea de asumir personalmente dicho mensaje de Esperanza Cristiana…, fortaleciendo nuestra actitud de espera en nuestro  entorno familiar y de los amigos que nos rodean, cumpliéndose lo que dijo el apóstol Pedro,  estar siempre dispuestos a dar respuesta a todos los que les pidan razones de Esperanzas. Con la encarnación, el Señor ha querido subirse a esta barca, sometiéndose  a las tempestades de la vida para llevar a buen Puerto a los que confían en Él,  invitemos a Jesús a la barca de nuestras vidas”.

LLAMADO A LA CARIDAD 

“El Señor sigue hablándonos del Reino de los cielos, pero esta vez no con parábolas, sino con el gesto milagroso de la multiplicación de los panes y los peces”, expresó con base en San Mateo 14, 1 – 12, monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval – Obispo de Santa Marta, en una Eucaristía  celebrada en la Catedral Basílica.

Esta reflexión se puede contrastar con datos de expertos, quienes opinan que la pandemia ha incrementado el hambre y según la proyección para los tiempos venideros duplicaría las cifras actuales.

Así invitó a compartir los bienes materiales que tenemos a la mano para saciar el hambre de la multitud golpeada por el Covid- 19, ya que “dando de comer a la multitud, el Señor nos habla de la abundancia de los bienes del Reino de Dios que el Padre ha querido regalarnos. De cinco panes y dos peces, cinco mil hombres sin contar mujeres y niños quedaron satisfechos, y, además, recogieron lo que sobró: doce canastos llenos”, esto significa que a través de nosotros el Señor desea seguir haciendo el milagro de alimentar a los hambrientos.

Monseñor (q.e.p.d.), en esa ocasión, llamó al encuentro con el amor de Dios para superar las dificultades de todos los fieles de esta Diócesis, puesto “que los bienes del Reino de los cielos se consiguen a través del amor, de la solidaridad, de la fraternidad, del compartir como hermanos, de la sensibilidad ante las necesidades de los demás, creando vida comunitaria”. Con esto dejó claro, que el milagro está en la solidaridad de las ovejas que integran las pequeñas comunidades de nuestra Diócesis en Estado Permanente de Misión.

Según el señor Obispo, “Jesús da el ejemplo, nos enseña el camino al no desentenderse del hambre de aquella gente. No es indiferente, no los deja a su suerte, no dice, “este no es nuestro problema, es de ellos, que ellos lo resuelvan como puedan”, sino que se apiada, los comprende, se solidariza, comparte su necesidad, se compromete”.

Monseñor fue enfático al hacer un paralelo entre lo biológico y lo social: “Se habla de aplanar la curva de contagios por el coronavirus. Igualmente es necesario aplanar la curva de la pobreza, de la carencia, de las desigualdades sociales, de la inequidad, discriminación, polarización, indiferencia, del daño ambiental causado por la ambición en el uso de los recursos naturales”.  A su vez dijo que, “es urgente repensar el modelo de desarrollo para hablar de una casa común y de una sola familia, como nos decía el Papa, para que viajemos en la misma barca”.

Como pastor del rebaño diocesano de Santa Marta, pidió a sus ovejas cuidar diligentemente la semilla del Evangelio sembrada, protegerla de la mala hierba que trata de ahogarla, de tal manera que se conserve como una buena espiga de trigo, para ser fermento en el mundo a través de nuestras buenas obras, por más pequeñas e insignificantes que ellas sean. Este es el mensaje que nos dejó el señor Obispo de la Diócesis samaria, una víctima más de la pandemia de la Covid-19.

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