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“Su ejemplo debe llenar de ánimo a su Diócesis”: Mensaje en misa exequial

Las cenizas de monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval (q.e.p.d.) fueron colocadas  en una cripta al lado del altar de la Catedral Basílica de Santa Marta, este acto de buena fe fue autorizado por sus familiares.

Una sentida y reconfortante Eucaristía Exequial fue celebrada ayer en la mañana en la Catedral Basílica de Santa Marta, en memoria de monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, Obispo de la Diócesis samaria, quien murió al contagiarse de Covid-19, cuando adelantaba su labor pastoral en esta capital.

La ceremonia comenzó a la hora establecida por la Cancillería Diocesana, 9:00 de la mañana y la misma fue oficiada por monseñor Pablo Emiro Salas Anteliz, Arzobispo Metropolitano de Barranquilla, quien le dio la bienvenida a todos los asistentes a esta importante ceremonia, entre quienes se encontraban familiares de monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, entre ellos, su hermano Julio César Piedrahita y su esposa Nancy de Piedrahita, autoridades departamentales, distritales, sacerdotes, religiosos, laicos, representantes de los medios de comunicación y miembros de la comunidad en general, cumpliéndose los protocolos de bioseguridad para este acto religioso.

Al iniciar la Eucaristía, las cenizas de monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, fueron llevadas dentro de un cofre por parte de uno de los sacerdotes del clero samario, quien lideró la procesión de ingreso.

El cofre con las cenizas fue colocado al frente del altar acompañado de otros símbolos eclesiásticos que utilizó monseñor Piedrahita Sandoval y se le dio paso al desarrollo de la Eucaristía.

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En la Homilía, monseñor Pablo Emiro Salas Anteliz, Arzobispo de Barranquilla, entregó un mensaje muy claro, en el cual se reflejaba todo lo que hizo en vida  monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval como servidor de Cristo en la tierra, a través de su desempeño como Obispo. A continuación a partes  de la Homilía:

“Hoy, queremos hacerles llegar a todos ustedes la cercanía de la Iglesia católica de este país, que siente lo que significa un Obispo para una Diócesis y también nos acompaña en el dolor que como Iglesia experimentamos en estos momentos, particularmente en el dolor que experimentan ustedes queridos hermanos, querida comunidad de la Diócesis de Santa Marta, pero siempre nos consuela la palabra de Dios… ¿Y ahora Señor te puedo esperar?, se pregunta el salmista, y él se responde: ‘En ti está mi esperanza’, no hay esperanza sin Dios, por eso nos consuela la fe y la esperanza. Nos consuela esta palabra que hemos proclamado hoy. Ilumina de manera hermosa  el destino de los que mueren, pero sobre todo nos ilumina y nos redimensiona la existencia a los que aún peregrinamos aquí, a  todos nosotros los que participamos de esta celebración y los que igualmente la siguen por las distintas redes sociales.

Y el apóstol Pablo dijo: ‘Sí  hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él’.  Morir en Cristo es vivir en Cristo Jesús. San Pablo dice: ‘Ahora mi vida la vivo en Cristo… Tanto en la vida como en la muerte le pertenecemos al Señor, entonces vivir en Cristo, es vivir con la certeza de que nuestra vida no camina hacia la nada, no camina hacia el vacío, es la certeza de que nuestra vida camina hacia Dios, camina hacia la plenitud de Dios…

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Debemos tener certeza de las promesas de Dios, hemos sido creados para estar eternamente con Él, participar de su gloria, eso significa vivir en Cristo, pero también la certeza hermanos, de que la vida no podemos vivirla sino en ese ámbito de la fe y de nuestra pertenencia a Jesús y que al final entonces podemos decir como el apóstol San Pablo, he combatido el buen combate,  he mantenido la fe, ahora voy al encuentro, voy a la espera de lo que se me ha prometido. Queridos hermanos, vivir en Cristo, significa vivir de certezas, de la certeza de que Dios está con nosotros y si Dios está con nosotros quién estará contra nosotros.

Un cristiano vive de la fe, no enfrenta la muerte solo, aún en las circunstancias en que estamos viendo morir a nuestros seres queridos, en las circunstancias en que murió Luis Adriano en la soledad de una cama, no estaba solo, nadie está solo, porque Cristo, con quien hemos vivido nuestra vida está con nosotros, permanece con nosotros, nos consuela, reconforta y nos sostiene y como dice el Evangelio que proclamamos, vengan benditos de mi Padre, reciban el reino preparado para ustedes queridos hermanos.

Queridos hermanos y ¿por qué estoy predicando esto?, porque en esta pandemia, la muerte ha llegado a los niños, a los jóvenes, a papá, mamá, a hermanos, tíos, a los abuelos y también a los Obispos, a los presbíteros, a los lejanos y cercanos y es probable que estas circunstancias de muerte que nos rodean sigan…entonces como decía al comienzo, no es la vida la que interroga la muerte, es la muerte la que pone en cuestión la existencia nuestra y la de todos, por tanto vivir la vida en Cristo significa tener razones y motivaciones para  vivir, tener claro que cada instante de nuestra vida tiene una razón de ser y que todo hombre tiene una razón para existir, y que todos los días tenemos que vivir aquello que se nos ha confiado, debemos donarnos, tenemos que servir en aquello que se nos ha pedido. Queridos hermanos, la vida no la podemos banalizar, porque los días pueden ser muchos pero también pueden ser muy pocos.

En la última reunión que se hizo con los Obispos en Barranquilla,  Luis Adriano comentó que le faltaba un año para cumplir su 75, algunos les faltan más a otros les falta menos, pero cuando se trata de vivir en Cristo y de servir, pueden ser muchos o pueden ser pocos los años, eso poco interesa, pero él faltándole un año, quería vivir hasta el último momento la misión encomendada y por eso ahí en esa reunión nos comentó que iba a hacer esos encuentros con sus sacerdotes, porque quería compartir con ellos, porque había tenido una cuarentena bastante larga cuidándose, además por sus razones de salud conocidas por todos.

Y nosotros los consagrados  tenemos clara una cosa, no nos vamos a comprar el Covid-19 en una tienda, y  no  vamos a ganarlo haciendo tonterías en las calles, pero si por el cumplimiento de nuestra misión, que fue  lo sucedido a Luis Adriano, nos damos por bien servidos queridos hermanos, y en esta actitud de Luis Adriano hay un mensaje para todos, especialmente para nosotros los consagrados: ¿Para que nos estamos reservando?, ¿para quién estamos viviendo?, estamos viviendo para  Dios, con quién queremos morir para vivir eternamente.

Y por eso no tengo la mínima duda, de que en ese lecho de dolor, Luis Adriano vivió su Pascua, vivió su momento de pasión como lo expresó en ese mensaje de Navidad, que ustedes conocen, ofreció su enfermedad, la incomodidad  y los malestares, por su propia santificación y por la santificación de la Iglesia que le habían confiado, especialmente de sus sacerdotes.

Por eso, su ejemplo llena de ánimo a su Diócesis, su ejemplo nos debe fortalecer, edificar, para que en medio de las circunstancias que estamos viviendo brote la fe, la esperanza que solamente proviene de Dios y de la asistencia de su Espíritu, para que esta Diócesis siga adelante, no se detenga, para que todos sigamos anunciando a Cristo, predicando su palabra, para que nadie muera en la soledad de su propia incredulidad, sino en la compañía de quien nos ha amado tanto, que se hizo hombre por nosotros, murió por nosotros, resucitó por nosotros y ahora queridos hermanos, nos espera la gloria prometida. Ponemos en la presencia de la Virgen María esta Diócesis, ponemos a consideración de ella, este momento que comienza a vivir a partir de hoy y las intenciones de todo su pueblo. Ponemos en sus manos el sufrimiento de quienes siguen enfermos, y quienes padecen la ausencia de sus seres queridos, que sea ella,  nuestra Madre, nuestro consuelo y esperanza y nos anime en el caminar de cada día, así sea”.

Luego de la Homilía se continuó con la celebración religiosa, interviniendo con sus palabras de agradecimientos hacia monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, el representante del clero sacerdotal, padre José Antonio Díaz Hernández, al igual que   Hernando Escobar, delegado de la comunidad laica de Santa Marta,  y monseñor Dairo Navarro Escobar, vicario general, dando paso a ubicar el cofre con las cenizas en la cripta ubicada al lado izquierdo del altar.

La Diócesis samaria agradeció a los familiares de monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval,  el permitirle quedarse con sus cenizas, de tal modo que reposarán en la Catedral Basílica de Santa Marta.

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