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Salario mínimo e informalidad

Las fracasadas negociaciones tripartitas sobre el salario mínimo en diciembre pasado, que antecedieron a su fijación por decreto oficial, mostraron un cambio en los discursos del gobierno y los empresarios para justificar el mínimo aumento del salario mínimo –escasos $30,000 mensuales-. En lugar del argumento tradicional, nunca demostrado, de que el aumento de ese salario aumentaba el desempleo, esta vez se insistió en que su impacto era sobre al aumento del empleo informal, en detrimento del empleo formal.

Es un avance el reconocimiento de que los incrementos en el salario mínimo no tienen un impacto significativo sobre el nivel general de empleo. En la jerga de economistas y viendo el trabajo solo como una mercancía, se dice que es muy baja la elasticidad-precio de la demanda de trabajo, y hay suficiente evidencia empírica al respecto.

En la práctica cotidiana de los empresarios de todos los tamaños, (aún los informales), la principal razón para contratar o despedir trabajadores no es el salario mínimo sino la situación de las ventas de sus productos: si crece la demanda y tienen que producir más, contratan más trabajadores; por el contrario, tratan de reducir la nómina si ven que las ventas bajan. Los economistas dicen que la demanda de trabajo está en función de la demanda de bienes y servicios.

Superado ese argumento, y ante la necesidad de aumentar muy poco el salario mínimo para, como bien dice Salomón Kalmanovitz, “garantizar la rentabilidad del sector formal de la economía” se recurrió a otro argumento: ahora se dice que el aumento “exagerado” del salario mínimo desplaza trabajadores del sector formal de la economía al informal y, por lo tanto, va en perjuicio de los mismos trabajadores porque deteriora las condiciones laborales.

Son escasos los estudios académicos sobre esta supuesta relación, pero las estadísticas básicas no la confirman, antes bien lo que muestran es una realidad contraria. Entre el 2000 y el 2019 el SMLV real se incrementó en 26.7%, mientras que la tasa de informalidad se redujo de 54.5% a 47.9%.

Además los únicos años de este período en los que aumentó la informalidad –entre 2007 y 2010-, fueron los años de menor aumento del SMLV. En efecto en estos años en porcentaje la informalidad subió de 51.4% a 53.3%, y el de trabajadores informales pasó de 4.7 a 5.6 millones, mientras que el aumento anual promedio del SMLV fue de 0.8%.

Desde el 2010 hasta antes de la pandemia la informalidad se redujo hasta 47.4% y el número de informales se ha mantenido fluctuando alrededor de 5.7 millones, mientras que el aumento anual promedio del SMLV fue de 1.6%. Por eso el coeficiente de correlación entre las variaciones del SMLV y la tasa de informalidad es negativo aunque muy pequeño (-0,03).

Los períodos de aumento de la informalidad coinciden con los de desaceleración de la economía –eso fue lo que pasó con la crisis financiera mundial del 2008-, mientras que su disminución va aparejada a bonanzas como la petrolera de principios de la década pasada. Es una demostración adicional de que la generación de empleo (que es lo mismo que la demanda de trabajo) depende mucho más del ritmo de crecimiento de la economía, el cual su vez está determinado en el corto plazo por la demanda agregada, es decir por el consumo de los hogares, la inversión y el gasto público.

*Economista. 

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