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‘Lo vamos a recordar con su sonrisa de niño’: Carlos Vives

Carlos Vives expresó  en  las últimas horas sus sentimientos de nostalgia y agradecimientos, ante la partida de su padre, Luis Aurelio Vives Echeverría, de quien le heredó su amor por la cultura y el arte.

Con un video que contenía varias fotografías de su progenitor, desde joven y hasta de sus últimos años de vida, el artista samario homenajeó a su padre con estas palabras:

 “Cuando nació era tan bonito que se lo pedían prestado a mi abuela Elena para los pesebres en vivo. Tan es así que hasta el último día, sus amigos más cercanos lo seguían llamando el “Nene Chu”.

Y hoy lunes de Pascua se me fue mi papá. Y me vuelvo a sentir desamparado como la primera vez. Lo veo salir de su casa para no volver y se me parte el alma y caigo en cuenta de que todo lo que he sido ha sido por él: actor, cantante de vallenatos, deportista, hincha del Unión, filántropo… Tal vez para que él sintiera que nunca nos habíamos separado.

Yo sé que él vivirá eternamente en nosotros sus hijos, en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestra ciudad. Y que siempre lo vamos a recordar con esa sonrisa de niño que lo acompañó toda su vida”.

Por su parte, su hermano, el actor y chef Guillermo Vives, honró la memoria de su padre, expresando  la siguiente frase: ¡Descansa mi viejo hermoso! y publicó un lindo poema de la autoría del maestro Carlos Alberto Boaglio, muy apropiado para un ser querido que se va físicamente de nuestras vidas en el plano terrenal:

“Cuando yo me vaya, no quiero que llores,  quédate en silencio, sin decir palabras, y vive recuerdos, reconforta el alma.  Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo; por algo me he ido. Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy fino, búscame en mi casa, búscame en mis libros, búscame en mis cartas, y entre los papeles que he escrito apurado.

Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco y puedes usar todos mis zapatos. Te presto mi cuarto, mi almohada, mi cama,  y cuando haga frío, ponte mis bufandas.  Te puedes comer todo el chocolate y beberte el vino que dejé guardado. Escucha ese tema que a mí me gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas.

Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima, corre hacia el espacio, libera tu alma, palpa la poesía, la música, el canto  y deja que el viento juegue con tu cara.

Besa bien la tierra, toma toda el agua y aprende el idioma vivo de los pájaros. Si me extrañas mucho, disimula el acto, búscame en los niños, el café, la radio y en el sitio ése donde me ocultaba.

No pronuncies nunca la palabra muerte. A veces es más triste vivir olvidado que morir mil veces y ser recordado. Cuando yo me duerma, no me lleves flores a una tumba amarga, grita con la fuerza de toda tu entraña que el mundo está vivo y sigue su marcha.

La llama encendida no se va a apagar por el simple hecho de que no esté más. Los hombres que “viven” no se mueren nunca, se duermen de a ratos, de a ratos pequeños, y el sueño infinito es sólo una excusa.

Cuando yo me vaya, extiende tu mano, y estarás conmigo sellada en contacto, y aunque no me veas, y aunque no me palpes, sabrás que por siempre estaré a tu lado. Entonces, un día, sonriente y vibrante, sabrás que volví para no marcharme”.

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