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Pablo Enrique Arrieta: ‘Embajador de Santa Ana’ celebrará sus 100 años

El abuelo reconoce que no culminó sus estudios de bachillerato ni mucho menos pudo ingresar a una universidad, pero que sus deseos de superación fueron la motivación y la ‘chispa’ que encendieron el fuego por el aprendizaje. 

POR 
EDGAR 
TATIS GUERRA 

Con una lucidez intacta, así como su condición de buen conversador, don Pablo Enrique Arrieta Lara quien nació en el municipio de Santa Ana (Magdalena) celebrará sus 100 años de edad el día 9 de mayo, en plena pandemia mundial de Covid-19.

Este ejemplar ser humano quien se desempeñó como cónsul, ministro plenipotenciario y embajador de Colombia en Japón, Trinidad y Tobago y otros países, rememora aquella época cuando tuvo la oportunidad de codearse con pontífices, emperadores, reinas y presidentes, siempre dejando en alto el nombre de su amada Patria y de su tierra natal Santa Ana (Magdalena).

En un diálogo amplio que fue propiciado a través de Skype por su nieto Enrique Arrieta Díaz, quien es Doctor en Física de la Universidad Estatal de Michigan en los Estados Unidos y docente de la Universidad del Magdalena, don Pablo Enrique rememoró sus inicios en Encontrados (Venezuela) gracias a sus virtudes humanas por ser una persona autodidacta amante de la lectura logró acceder al conocimiento y ponerlo al servicio de la diplomacia con sabiduría en todos los aspectos.

Reconoce que no culminó sus estudios de bachillerato ni mucho menos pudo ingresar a una universidad, ya que desde muy joven realizaba actividades en el campo, pero que sus deseos de superación fueron la motivación y la ‘chispa’ que encendieron el fuego por el aprendizaje.

 “Sin ninguna palanca ni recomendación política sino por mis propios méritos tuve la oportunidad de iniciarme como cónsul en Encontrados (Venezuela), después de algunos años estuve en Curazao haciendo actividades periodísticas desde donde viajé a atender una situación de un cónsul joven en Aruba a quien asesoré para que resolviera varios temas, pero tuvo que retornar a Bogotá. Estando en Aruba llegó un alto funcionario de los Estados Unidos que después de constatar mis actividades me brindó la oportunidad de ser cónsul a pesar de no ser funcionario de carrera”, mencionó.

La gran inquietud por aprender de don Pablo Enrique continuaba y en sus viajes tuvo muchas oportunidades de poder relacionarse con varias personas con quienes dialogaba y como una esponja absorbía todos esos saberes universales que le fueron permitiendo ampliar sus conocimientos como también el horizonte y cosmovisión de un mundo megadiverso.

NIETOS ORGULLOSOS 

Lo más importante para exaltar del ‘Embajador de Santa Ana’ es que al cumplirse su centenario de vida aún conserva intactos los recuerdos, su esencia de hombre sensible, humanista y con vocación de servicio ya que no le gustaba resolver las situaciones propias de la diplomacia desde un escritorio, sino que él mismo iba a tenderle la mano a sus compatriotas donde se encontrasen y les resolvía todo.

Y son precisamente esos valores intrínsecos y genuinos de la honestidad, que hacen de don Pablo Enrique Arrieta Lara una inspiración a las actuales generaciones de estudiantes que además mantiene orgullosos a sus familiares, amigos y por supuesto a sus nietos Enrique y Andrés Arrieta Díaz, ambos profesionales que ejercen la docencia universitaria.

Andrés es Doctor en Ingeniería Mecánica de la Universidad de Bristol, en Inglaterra, donde terminó sus estudios becado. Luego hizo su estancia postdoctoral en la Universidad ETH de Suiza. Es ingeniero mecánico de la Universidad de Los Andes, y hoy es profesor de la Universidad de Purdue en los Estados Unidos.

En su trayectoria investigativa tiene más de 40 publicaciones de alto impacto a nivel mundial, al menos 10 de ellas en revistas de física e ingeniería del mundo, incluida la Revista Science, con su publicación sobre materiales bi estables y origami. Es uno de los científicos más reconocidos a nivel mundial en las áreas de materiales adaptables y vibraciones.  Fue galardonado con el reconocimiento de científico joven de la National Science Foundation en los Estados Unidos (equivalente a Colciencias), el más prestigioso galardón que otorga la agencia.

Mientras que Enrique Arrieta Díaz es Doctor en Física de la Universidad Estatal de Michigan en los Estados Unidos, donde realizó sus estudios becado. Hizo su estancia postdoctoral en la Universidad Metodista de Dallas, en EE.UU. Es Físico de la Universidad de Los Andes. Por más de 10 años ha estado asociado con el experimento de neutrinos NOvA de Fermilab, el laboratorio más importante de física de partículas del continente americano.

En ese periodo ha sido asistente de investigación en el laboratorio Argonne en los Estados Unidos. Como colaborador de NOvA ha participado en investigaciones publicadas en las revistas más importantes de física y cosmología en el mundo.

UN LEGADO INSPIRADOR 

A sus 100 de edad don Pablo Enrique reconoce que los libros fueron la base sólida de su vida, y por ende quiso dejar un legado a sus descendientes. Decidió dejar por escrito algunas de sus vivencias más importantes como ciudadano del común y como embajador en Japón donde apoyó que se erigiera un monumento dedicado por los coreanos del sur a los soldados colombianos caídos en la guerra de Corea, y en 1975 se traslada a Taiwan para asistir en representación del Presidente de Colombia al funeral del generalísimo Chiang Kai-shek.

En el libro ‘El embajador de Santa Ana’ deja para la posteridad los conocimientos y memorias de don Pablo Enrique Arrieta Lara, con la esperanza de que puedan servir a sus lectores, magdalenenses principalmente, de tal manera que enfrenten el mundo actual azotado por el coronavirus SARS -Cov2- que produce la enfermedad llamada Covid-19, la cual nos invita a la resiliencia y reinvención en una nueva normalidad.

Allí cuenta parte de su experiencia como diplomático, y responde preguntas que le han hecho algunos de sus familiares después de su paso por la cancillería. Sin duda es un texto motivador para las nuevas generaciones, donde pueden constatar que ser magdalenense no es necesariamente sinónimo de atraso.

 “Aunque el libro se puede comprar, no lo estamos promocionando con fines comerciales. Lo publicamos entre mi hermano y yo para darle un gusto al abuelo en sus últimos años de vida. Le publicamos unos textos que escribía en las noches con mucho entusiasmo, después de pasar todo el día leyendo periódicos o revistas como Semana y The Economist”, anotó Enrique Arrieta.

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