HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

El camino equivocado 

En el siglo XXI, Colombia hizo un avance muy importante de reducción de la pobreza, tras dos décadas de crecimiento económico sostenido. Los pobres pasaron de ser el 50% del total en 1999 al 27% en 2018 y la pobreza extrema bajó del 22% al 7%. En el 2019, el DANE hizo un ajuste metodológico que subió la cifra de pobreza monetaria hacia arriba, cercana al 36%.

Como habrá quien se queje de que hago énfasis excesivo en la pobreza, hay que añadir que también éramos menos desiguales. El coeficiente Gini pasó del 0,60 en 1999 a 0,52 en 2018. En consecuencia, teníamos una clase media equivalente al 30% de la población y, a partir del 2014, era mayor al total de pobres.

No veníamos haciéndolo tan mal. Hasta la crisis del año pasado. Las medidas restrictivas de la libertad, confinamientos, pico y cédula y toques de queda, impuestas por los gobiernos nacional y locales con la intención de frenar la tasa reproductiva de contagio del Covid19, nos dejaron la peor crisis económica desde que tenemos estadísticas. El producto interno bruto cayó un 6,8%, el desempleo se trepó del 10,5% al 15,9% y, como consecuencia, la pobreza saltó al 42%. Hoy dos de cada cinco colombianos son pobres.

No tengo duda de que el énfasis en la política económica hay que hacerlo en la superación de la pobreza. Hay quienes piensan que el camino para ello es a través del aumento del tamaño del Estado, del gasto público y de la red de asistencia social. En consecuencia, les es indispensable aumentar los ingresos del Estado. En las circunstancias actuales, eso solo puede hacerse por medio de un mayor endeudamiento público, vendiendo activos del Estado o con nuevos impuestos. O con una combinación de todo, como está haciendo el Gobierno, con el acuerdo de la mayoría de los economistas, hay que decirlo. Por eso en enero de este año la deuda pública llegó al 61,40% del PIB, US$180.5 billones de dólares, casi un 13% más que en el 2019. Por eso el Gobierno ha tomado la decisión de vender compañías y bienes del Estado, incluyendo la mitad de ISA a Ecopetrol, en una inteligente jugada del anterior MinHacienda porque aumenta los ingresos estatales sin perder el control de un activo estratégico. Y por eso propuso la más agresiva reforma tributaria de nuestra historia, con una meta de recaudo de 23.5 billones de pesos.

Debo recordar que aún antes de conocer el texto, a fines del año pasado, me opuse a la reforma. Creí que era inoportuna e inconveniente, tanto porque empresas y ciudadanos apenas empiezan a sacar cabeza y no es el momento de ponerles nuevos impuestos como porque el énfasis de la reforma era marcadamente fiscalista, se concentraba en sacarle dinero al sector privado para pasárselo al Estado.

Aunque la propuesta fallida era mucho mejor estructuralmente, la nueva tiene dos virtudes que hay que destacar: la primera, que fue conversada con muy distintos sectores y, la segunda, que es realista. Con mucho sentido práctico, José Manuel Restrepo se centró en lo que era posible. Centrada como está en aumentar el impuesto de renta de las empresas, esta reforma sí saldrá adelante en el Congreso y no tendrá mayor resistencia en la opinión pública.

Yo me mantengo en mi punto. El camino correcto es el contrario al que decidió recorrerse: la tributaria debería hacerse en la lógica de buscar aumentar el crecimiento, la generación de riqueza y la creación de empleo y, por esa vía, disminuir estructural y no coyunturalmente la pobreza. Tal cosa no se consigue haciendo permanentes programas extraordinarios como el de Ingreso Solidario, indispensable el año pasado pero que no debería extenderse más allá de este 2021, ni castigando el emprendimiento. El aumento general de la tarifa de renta hasta el 35% a las empresas, incluso a micro y pequeñas, que son el 98% de todas y generar el 82% del empleo, sería la estocada mortal para muchas que apenas han sobrevivido al Covid y a las protestas y bloqueos criminales.

Nuestra meta debe ser disminuir estructuralmente la pobreza y hacer de Colombia un país donde todos seamos propietarios. Para eso hay que crear tanto empleo como sea posible de la manera más rápida que esté en nuestra manos. Castigar el emprendimiento, a los pequeños y microempresarios, no es el camino para ello.

*Abogado 

Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Asumiremos que está de acuerdo con esto, pero puede optar por no participar si lo desea. Aceptar Leer más