HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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¿De qué me estoy perdiendo?

Esta expresión puede resultar familiar para sicólogos y siquiatras. Yo no conocía su existencia, sólo estaba buscando un nombre a esa adicción a la información que me ha acompañado toda la vida y que se ha acentuado con mi muy reciente ingreso a las redes sociales, instagram, Facebook, twitter… y está empezando a ocupar gran cantidad de mi tiempo.

Este término FOMO, fear of missing out, fue acuñado por Patrick J. McGinnis para referirse al temor a la exclusión que padecen los jóvenes consumidores de redes: esa sensación amarga de estarse perdiendo algo que otros disfrutan.  En este caso lo empleo sólo para referirme a la adicción noticiosa que padecemos los adultos y que ya es evidente en nuestro país.

La información llega como avalancha incontenible que, en Colombia, trae mucho lodo y escombros. Es como si siempre intentáramos no hundirnos en ese fango de violencia, corrupción, mentiras y mezquindad. Entre más intentamos avanzar, más nos hundimos.

Una de las cosas que más me maravilla observar, cuando viajo a otras latitudes, es el nivel de atención que la gente pone en ocuparse de vivir su propia vida, se ven concentrados sólo en los asuntos que les conciernen directamente a ellos y a su pequeño entorno. Hacen barbacoas, planean sus vacaciones, cambian la decoración de acuerdo a las estaciones, remodelan su hábitat, asisten a su iglesia, comparten con grupos de amigos y los asuntos públicos son sólo una pequeña parte de su todo.

¿Qué nos pasa en Colombia? ¿Por qué la adicción a las noticias que nos convierten en dolientes del país? La falta de autocontrol en el uso de las nuevas tecnologías amenaza con formatear la mente y dejarnos en un estado de alerta y zozobra permanente. Es un estado de luto por tantos muertos y de miedo por las variadas formas de exponer la vida.

Basta escuchar uno sólo de los noticieros o ver las noticias del día en las redes, para decidir confinarse. No ya por el covid, sino para evitar ser atracado y asesinado en las calles de nuestras ciudades y pueblos.

Y si se permanece atrincherado en el domicilio, el consumo de sobre información en los medios contagia sentimientos de miedo e impotencia que conducen a situaciones de stress, similares a las de haber sido víctima directa.

Acorralados por la pandemia, atrincherados por la inseguridad, adictos a las redes, sobre informados de noticias, muchas veces mentirosas y manipuladas, los ciudadanos están incubando enfermedades mentales. Una sociedad aislada que cree estar comunicada, mientras permanece paralizada por el ruido ensordecedor y habitual de una avalancha que ruge en su recorrido, no tiene capacidad de reacción para situarse en otro lado.

Urge educación emocional en estos tiempos tan convulsos para un uso racional de las nuevas tecnologías de la información. Es evidente que la dependencia obsesiva de las redes está inoculando virus que enferman la mente de la sociedad.

Antes, los especialistas del comportamiento luchaban con la dependencia al referente humano externo, ahora combaten el referente digital idealizado. Como nos hace de falta el referente interno. El espiritual, que nos da certeza, libertad y dignidad.

*Periodista*Defensora de DD.HH. 

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