HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Dos caras de una moneda

La democracia se remonta a la antigua Grecia 2500 años atrás. Pero es en los últimos 200 años y a raíz de la independencia de Estados Unidos en 1776 y la Revolución Francesa en 1789 cuando el auge de las ideas liberales -fruto en parte de la Ilustración- condujo a la maduración de un sistema político garante de unos derechos y libertades esenciales a toda persona, a partir de la voluntad popular y a cambio de unos deberes.

Similar ocurre con el sistema económico de libre mercado, cuyas primeras expresiones se remontan al trueque y al intercambio en Grecia y Roma varios siglos antes de Cristo, catapultado luego por el comercio marítimo y la acuñación de la moneda. Pero es en el Siglo XVIII cuando en Francia e Inglaterra la libertad de oficios y los principios del libre mercado se cimentaron, como un componente natural de la democracia en ebullición.

Dicho de otra manera, la democracia y el mercado son dos caras de una misma moneda. La democracia necesita del libre mercado y este de la democracia. La democracia liberal se sustenta en el voto y representación ciudadana, la división de poderes, y la libertad de expresión y asociación, y en la libertad de empresa y propiedad privada. Un sistema político que no esté asentado en la iniciativa económica privada no es una democracia.

En Colombia, la Constitución Política establece que la actividad económica y la iniciativa privada son libres dentro de los límites del bien común. Señala que la libre competencia económica es un derecho con responsabilidades, que el Estado estimulará el desarrollo empresarial y que impedirá que se obstruya o restrinja la libertad económica. Deja a la ley establecer el alcance de tal libertad por razones sociales, ambientales y culturales.

Siendo así, llama la atención lo difícil que es hacer empresa en el país y la animadversión que algunos le tienen a quienes lo logran y en particular a quienes son exitosos. Entre quienes así actúan muchos jamás han emprendido un negocio, lo que pensaría explica su posición. Si algo necesita el país es más empresarios, grandes, medianos, pequeños y micro, para que generen riqueza, inversión, trabajo, y que contribuyan lo justo al fisco.

Hacer empresa es costoso. Muchos lo logran, pero estamos asfixiados por regulaciones, trámites y permisos cada día más complejos y onerosos, que parten de la desconfianza de los funcionarios hacia el ciudadano. Qué decir de los impuestos y cobros a todo nivel. Por algo la informalidad económica es tan atractiva. Vivimos en dos países: uno formal al que el Estado aprieta y hace sangrar, y uno informal -e ilegal- al que el Estado ignora.

Igual con el exceso normativo. Hay quienes consideran que los problemas se solucionan a punta de leyes y que mientras más leyes se expidan, mejor; tara santanderista. Estas son necesarias en todo Estado de Derecho, pero debe primar la calidad y no la cantidad. Basta ver el número de iniciativas en cada legislatura -sin filtro ni coherencia ideológica al interior de los partidos- que atentan contra el libre mercado, por ende, la democracia.

El libre mercado es de la esencia de la democracia, sin aquel ésta desaparece. Nuestra democracia necesita una economía de mercado responsable en lo social y lo ambiental, pero robusta, que genere riqueza y empleo decente. Pero, el libre mercado necesita de la democracia: necesita que lo cuide y fortalezca, que lo proteja de la demagogia y del populismo. Si la economía de mercado se va a pique, se lleva por delante la democracia. Su suerte está unida. Como están unidas al resultado de las elecciones del próximo año.

*Exministro de Estado 

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