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Macondoland, una miniserie de Armando Bolaño Rangel

Armando Bolaño Rangel, autor del documental ‘Macondoland’ y el escritor y cineasta, Gonzalo Restrepo Sánchez.

Por:
GONZALO
RESTREPO SÁNCHEZ

El cineasta cienaguero Armando Bolaño Rangel con su documental Macondoland (2021) se aproxima con testimonios e imágenes a esos “escenarios” del realismo mágico, con la dirección de fotografía de David Cobo.

Y es que si el tren amarillo divide al Macondo antes y después de la llegada de Aureliano Triste. En uno de los capítulos con el invitado escritor, cineasta y comunicador social Gonzalo Restrepo Sánchez, tanto Armando Bolaño como el profesor Restrepo, abordan un encuentro entre los dos, dialogando sin mucha prisa sobre algo de lo que no se ha escrito mucho en la literatura y es una cronotopía y espacio en el Macondo del “viaje a ninguna parte”.

De acuerdo al teórico ruso M. Bajtin, y ante su original cronotopo, formula: “la sujeción orgánica, la fijación de la vida y sus acontecimientos a un cierto lugar: al país natal con todos sus rinconcitos, a las montañas natales, al río, al bosque, a la casa natal. (La vida idílica en la miniserie para los canales regionales se muestra Aracataca, tierra del Nobel de Literatura y para algunos, el núcleo de “Cien años de Soledad”. La Ciénaga Grande, la Sierra Nevada de Santa Marta, el entorno ecológico y medioambiental de Macondo, lugares de tránsito para llegar y salir del pueblo. La Zona Bananera y Ciénaga), y sus hechos, la llegada del tren, etc., son inseparables de ese rinconcito espacial concreto en el que han vivido padres y abuelos”.

El cronotopo del romance, escribe Bajtin, es un “micro universo condenado a la desaparición”. El desvanecimiento final supone —en todo caso—, una etapa previa de languidez, en donde es viable que cambien las peculiaridades del cronotopo (en el capítulo con el cineasta Bolaño y el profesor Restrepo Sánchez, una Ciénaga —visitada— de lo que pudo haber sido y no fue).

Sin embargo, se considera claro que en dicho cronotopo es incluso legítimo para la historiografía y esa “resolución de Macondo”. “…una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes (García Márquez, 2002, p.17). No obstante, Gabo ultima.

Estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. (García Márquez, 2002, p. 429)

El documental plantea pues explorar geográfica y sensorialmente ese cosmos narrativo de permanente simbiosis entre la novela, la percepción figurada de los lectores y la realidad.

El cineasta Armando Bolaño Rangel sin metáfora alguna, muestra la realidad tal cual es en medio de su conversación, y el acto de mirar sin bálsamo para la conciencia de los espacios visitados; invoca la historia de las historias. En términos puramente técnicos, no hay que dudar en definir este montaje con la presencia del plano-contra plano.

Las palabras de Armando Bolaño y sus interlocutores logran agregar fechas y nombres a esas imágenes con pasado del pasado. Y es que a la larga da lo mismo: la esplendidez del dispositivo reside en invitar a tomar lugar de ese Macondoland para que, orientados por las imágenes que “suenan”, hallar los parajes del plano donde subsiste y refleja nuestra propia mirada (“Macondo es un estado del alma”- García Márquez).

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