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La periodista amenazada que aboga por el derecho al refugio en Panamá

Nunca supo bien por qué. Lo único que sabía Lucila Galán de Ojeda el 21 de abril de 2006, cuando tuvo que salir del país con sus tres hijos (dos hombres y una mujer), un yerno, una nieta y lo poco que pudo llevar en seis maletas, fue que un grupo armado ilegal decidió declararla “objetivo militar” y le dio un plazo perentorio para salir del país.

15 años después, y luego de atravesar momentos muy duros en el exilio, pasar noches durmiendo en el piso, soportar incomprensión e indiferencia, ahora trabaja por otras personas que, como ella, han tenido que buscar refugio en Panamá.

“Es triste tener que remontarme a esa época. Hay cosas que no quiero recordar, es como si no hubiesen existido, algún día tengo que sanarlas”, dice Lucila, hoy en día con 66 años.

¿Peligrosa?

Lucila, boyacense de nacimiento, trabajaba a comienzos de este siglo en el periódico ‘Puente boyacense’, publicado por la arquidiócesis de Tunja. El equipo a su cargo desarrollaba una investigación cultural en los 123 municipios de Boyacá, de los cuales ella alcanzó a visitar 120. Su misión era tomar fotos de cuanta iglesia encontraran en el departamento.

¿A quién podría molestarle lo que estaban haciendo? Lo único que Lucila sabe es que sus continuos recorridos por el departamento le permitieron conocer infinidad de hechos y personas, enterarse de las condiciones en las que vivían y disfrutar la belleza de muchos paisajes.

Llegó a lugares en donde era conocido que se vivía en medio del conflicto, pero nunca tuvo ningún problema, hasta que un día, luego de regresar a Tunja de uno de sus viajes, recibió una nota en la que le decían que había sido declarada “objetivo militar peligroso” por parte de una organización guerrillera.

Nadie entendía cómo era posible que hubiera sido amenazada, pero no estaban las cosas para pedir explicaciones. La Arquidiócesis de Tunja, que por entonces presidía la Conferencia Episcopal de Colombia, le dio su apoyo para que saliera hacía Bogotá.

En la capital ubicó a sus hijos en casa de un familiar, mientras buscaba un lugar definitivo a dónde ir. Había la opción de ir a Canadá, pero los trámites eran lentos, así que eran más viables Chile o Panamá. Mientras ella se apuraba por sacar adelante los trámites, se dio cuenta de que había varias personas siguiéndola. Nuevamente le dieron un ultimátum para abandonar el país. “Dígale a su mamá que le mandan a decir que le dan horas o pagará las consecuencias”, decía un mensaje que le hicieron llegar a través de uno de sus hijos. “Yo sentí que el mundo se caía”, dice hoy en día. Luego de consultarlo con su familia, se decidió por Panamá.

Hace poco más de 15 años, pisó el aeropuerto internacional de Tocumen, la puerta de entrada a un país en donde, admite, “me puedo acostar a dormir con la seguridad de que no van a llegar a matarme”.

En su maleta de recuerdos guarda un libro titulado ‘Cruzando la frontera’, un informe del Centro de Memoria Histórica que recoge historias de personas colombianas que huyeron del país a causa de la violencia, muchas fotos de su vida laboral y familiar en Tunja, los escritos que ha hecho a favor de la población refugiada en el istmo y retazos de mantas con mensajes alusivos al conflicto en el país.

Su historia también la expuso a la Comisión de la Verdad, como parte de la labor que adelanta esa entidad para reconstruir las causas y los contextos de la violencia en el país.

El derecho al refugio en Panamá

Según datos de la Oficina Nacional para la Atención al Refugio en Panamá, desde 1990 hasta hoy han llegado a ese país 2.567 personas en esta condición, la mayoría de las cuales son colombianas, 1.682 personas.

Su propia historia, llena de noches sin tener dónde dormir, poca comida y muchas necesidades, le mostraron, como madre y periodista, la falta de acompañamiento que tienen las víctimas del conflicto armado colombiano que cruzaron la frontera, así como las de otros países.

Cuando ella llegó no había ninguna ONG que diera acompañamiento a la población refugiada y de solicitantes de refugio, en ese momento, la mayoría provenientes de Chile y de Centroamérica.
“Cuando les entregaban los permisos de trabajo, por un año, ya estaban por vencer o algunos estaban vencidos y a nadie le importaba”, explica Lucila, que hoy en día es considerada lideresa local, pues se dedica a visibilizar la situación de víctimas de refugio en el vecino país.

Como parte de su labor, ha sostenido encuentros con diputados, funcionarios de la Cancillería panameña, diplomáticos colombianos, representantes de las Naciones Unidas y fue escogida para enarbolar la bandera de los refugiados en Ginebra, Suiza.

Lucila, que ya tiene residencia permanente en Panamá, acompaña a los solicitantes de refugio en sus trámites de licencias de conducción, permisos de trabajo e inscripciones en el sistema educativo.
Junto con el Centro de Asistencia Legal Popular, organización con la que trabaja, ha logrado que a muchas personas que viven en condiciones precarias en zonas como Puerto Obaldía, en Guna Yala; Jaqué, en Darién, o en las márgenes del río Tuira se les dé residencia permanente y lleva 10 años luchando para que unos jóvenes de nacionalidad afgana que llegaron de paso a Panamá, sean reconocidos como refugiados.

Lo que tuvo que pasar la motiva ahora a trabajar por los demás. “Cada vida es una historia, cada sueño un compromiso, cada migrante una persona, cada refugiado mi vida, por eso ninguna víctima me es indiferente; y estas palabras, aunque no son mías, siempre han sido mi forma de identidad”, dice.

NOTA: Crónica escrita como parte de una alianza con la Comisión de la Verdad para contar historias de víctimas colombianas que viven en el exterior, una contribución inédita a la verdad del exilio colombiano.

“Esta crónica fue posible gracias al apoyo del gobierno de Estados Unidos de América a través de su Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Sus contenidos son responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan las opiniones de USAID, el Gobierno de Estados Unidos de América o de la OIM.”

/Colprensa

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