HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Crisis venezolana : asunto hemisférico

Muchos meses de advertencias, alertas, informaciones, imágenes dramáticas, y la emergencia humanitaria que se vive en la frontera de Colombia con Venezuela se agudiza cada día ante el paso continuo de ciudadanos desesperados expulsados de su país por la fuerza de los padecimientos infligidos por un régimen brutal que considera revolucionario haber dejado sin nada a la mayoría de su población.

El pasado lunes, acudieron a la Casa de Nariño, en Bogotá, los gobernadores de cinco departamentos limítrofes con Venezuela, y alcaldes de siete municipios fronterizos. A ellos les ha caído la responsabilidad inmediata de brindar asistencia y asegurar acomodo de miles de personas provenientes del país vecino. Sin embargo, el reto es mayúsculo y los recursos tendrán que ser movilizados por el gobierno central, pues la política migratoria es competencia de la Nación, si bien con el concurso y participación de los entes territoriales de zonas de frontera.

Colombia, hasta años recientes, no había tenido que lidiar con flujos migratorios masivos provenientes del exterior. Por el contrario, ha sido país “expulsor” de connacionales hacia los países vecinos (precisamente Venezuela, hasta hace poco, y Ecuador, principalmente) y destinos como Estados Unidos, España o, en los últimos lustros, Chile. También ha sido territorio de paso de migrantes explotados por mafias que actúan a sus anchas, que los traen de los países más lejanos, para seguir su ruta hacia Centroamérica y Estados Unidos.

Pero la ola migratoria de venezolanos es para permanecer en nuestro territorio buscando sobrevivir en lo inmediato, y asegurar algún sustento en el corto y mediano plazo. Algo para lo que ni el Gobierno Nacional ni los territoriales ni la propia población colombiana, estaban preparados.

Como históricamente el país no ha recibido grandes grupos de inmigrantes, tiende a ser hostil con los recién llegados, máxime cuando vienen sin recursos y demandando servicios estatales básicos como salud, educación y vivienda. La aporofobia no solo es demostrada por Donald Trump y sus seguidores más radicales del partido republicano. Aquí en Colombia también se manifiesta.

Lo acuciante es que los recursos estatales siempre serán limitados, pues los que deja disponibles la corrupción política a duras penas alcanzan para pagar las prestaciones y subsidios a los propios colombianos. Pero ante una crisis humanitaria las personas que huyen de su país buscan desesperadamente salidas y supervivencia inmediata. La frontera terrestre con Venezuela es de 2.219 kilómetros de extensión. Su gobierno dictatorial no tiene forma de arreglar económicamente al país en muchos años, ni siquiera si hay cambio de dirigentes. Los gobernadores y alcaldes que están gestionando la crisis esperan que no solo los voceros del gobierno central hagan anuncios y promesas, sino que concreten con cuáles recursos van a contar.

 

La crisis venezolana es un asunto hemisférico. A Colombia le toca una de sus peores consecuencias, y tendrá que liderar una posición común con los países democráticos del continente, pues habrá que acudir a la cooperación internacional y al concurso de los organismos especializados en migraciones y en crisis humanitarias. Los miles de emigrantes venezolanos deben encontrar apoyo, pues ante todo son víctimas de un régimen de políticas y comportamientos inhumanos..

Internacionalista

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