HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Candidatos y la Doctrina Católica

Sabemos el carácter proselitista que tuvo la visita del candidato a la presidencia el señor Gustavo Petro a Ciudad del Vaticano, pero nadie conoce sus detalles, salvo los protagonistas.  El jefe de la Iglesia Católica Benedicto XVI, es uno de los personajes más polifacéticos que ha tenido el Papado en muchos años, pero hay que decirlo, sobresale en su cristianismo, su espíritu dialogante y progresista.  Sus ejecutorias lo muestran como un ser humano actualizado, solidario, amigo de la paz y de la justicia.     Por eso, no nos sorprendió que recibiera la visita de un candidato presidencial de la izquierda en Colombia y se sentara con él durante 42 minutos. Como las circunstancias lo demandan ahora, el Concilio Vaticano II proclamó la voluntad de la iglesia de dialogar con los valores del mundo moderno y el reconocimiento de la libertad religiosa.

Es bueno recordar que las posiciones de carácter religioso y político que rigieron las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado colombiano, no siempre estuvieron marcadas por ambientes de armonía y estabilidad, desde antes que se firmara el primer tratado de relaciones entre la Santa Sede y el Reino de España en 1.851.   La Constitución de 1.863 no permitía celebrar acuerdos concordatarios con la Santa Sede. El primero y el de mayor impacto fue el Concordato de 1.887, suscrito después de haberse firmado la Constitución Política de Colombia en 1.886 que nos rigió hasta el 4 de julio de 1.991. Sus autores, Núñez y Caro, pusieron fin a ese período hostil y de separación que dio lugar a enfrentamientos entre la iglesia y el Estado, debido a posiciones políticas e intereses ideológicos encontrados.   La declaratoria por la Constitución del 86 de un Estado confesional católico, tuvo otras repercusiones no menos importantes: que la religión católica, apostólica y romana, se reconociera como la de la mayoría de los colombianos, que la educación pública fuera dirigida y organizada en armonía con la religión católica y que ella se expidiera en nombre de Dios como “fuente suprema de toda autoridad”. El país y la Iglesia eran distintos a los de hoy.

Desde mediados del siglo anterior, la dinamización de la sociedad colombiana transformó los conceptos religiosos. Obligado por el pluralismo ideológico y la diversidad en las creencias, estas relaciones presionaron los cambios normativos plasmados en la actual Carta Política, modificando los enfoques de la sociedad, tanto en lo religioso como en lo cultural.  La garantía de libertad de cultos y de religión impuestos por la Constitución de 1.991, borró en el ámbito interior, disposiciones que contenían el último de los concordatos suscrito entre las partes en 1.974, por ser contrarias a las normas constitucionales.

A partir de ahí, la iglesia viene enfrentando delicados retos, algunos centrados en cómo llevar su misión evangelizadora a grandes poblaciones sin empleo, sin salarios, sin vivienda digna, sin agua potable, hundidos en la miseria, que viven de espaldas a las actividades de la iglesia.  Su participación activa en los gobiernos democráticos se hace necesaria para revincular a su misión los anillos de pobreza de las ciudades, venciendo su incredulidad y su apostasía, recuperando parte de la fe perdida.  Se impone una nueva visión, allende los templos y los sacramentos, para que la iglesia vuelva a ser promotora de una auténtica justicia social.

El repaso de estas  posiciones, antes y después de 1.991, la forma cómo la iglesia puede ser parte gestora de las acciones del Estado en beneficio de las clases populares,  imaginamos no pudieron estar ausentes en la fugaz visita, que  deben imitar los demás  candidatos presidenciales, en la idea de confirmar  que la Iglesia católica conserva en su  Doctrina Social de la Iglesia,  un  legado de enseñanzas de cómo se administra esa libertad religiosa y el compromiso de relacionarla con una corriente del   vanguardismo religioso que imponen las exigencias sociales, en temas como la reducción de la pobreza, los derechos humanos y la lucha por la justicia.      El modelo de gobierno que se aproxima, respetando la libertad de creencias, debe auscultar, en la miríada de enseñanzas sociales que esa Doctrina contiene, los valores proyectables hacia nuestra sociedad, dándole importante participación a un nuevo concepto de acción religiosa, acorde con las difíciles circunstancias que vivimos.

*Abogado*Profesor universitario*Escritor 

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