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Cautela con el crecimiento del PIB

El dato de un crecimiento del PIB de 8,5% en el primer trimestre de este año es sin duda una buena noticia, sobre todo en un contexto internacional tan afectado por la invasión a Ucrania. Sin embargo, como lo dijo el titular de primera página del diario Portafolio, no se puede ser muy optimista porque existen riesgos que invitan a la cautela.

El más evidente es la inflación, que ha alcanzado una tasa anual de 9,2% que no se había registrado en el país desde el año 2000. Son dos los impactos negativos que tiene esta alza de precios sobre el crecimiento futuro. Primero, que disminuye la capacidad de compra de los hogares, que hasta ahora ha sido el principal motor del crecimiento del PIB y segundo, la respuesta que dé el Banco de la República al aumento de precios.

Es sabido que la inflación actual es causada por factores de oferta y de aumento de costos (fertilizantes, fletes, materias primas, etc.), y los instrumentos que tiene a su disposición el Banco (aumento de tasas de interés y control de la cantidad de dinero) no son convenientes para controlar este tipo de inflación sino aquella que es causada por un exceso de demanda. Aumentar la tasa de interés sí sirve contra una inflación de costos porque frena la inversión y el consumo, induciendo una disminución del crecimiento.

Otro riesgo preocupante es el empeoramiento de la situación internacional, por la misma guerra de Ucrania, el resurgimiento de la COVID en China o la amenaza de recesión en Estados Unidos. Cualquiera de estos hechos, no solo agudizaría las presiones inflacionarias sino que puede frenar los flujos de capitales, encareciendo o dificultando conseguir los recursos para financiar nuestro enorme déficit de la balanza de pagos.

Finalmente un riesgo interno, que es la presión social por el agravamiento de las condiciones de pobreza y desigualdad que produjo la pandemia y la insuficiente respuesta del gobierno. El PIB ya se recuperó por encima del nivel prepandemia, pero no sucede lo mismo con otros indicadores que muestran que los frutos del buen crecimiento del PIB se han distribuido muy mal y se han quedado en los bolsillos de unos pocos mientras que a la mayoría de la población solo les han quedado las migajas.

En efecto, según el Dane en 2021 el PIB creció 11% en términos nominales, pero la remuneración de los asalariados solo creció el 7%, mientras que las ganancias de las empresas crecieron casi el doble, 13,8%. Esta mala distribución se empeoró con el comportamiento de los precios, pues la inflación fue menor para los ingresos altos (9,9%) que para los pobres (15,5%). Esto explica la desigualdad registrada por la firma RADDAR pues mientras el consumo de los ingresos altos ha crecido al 6,3%, el de los pobres solo creció el 0,75%. Se comprueba así que la desigualdad es un freno al crecimiento.

*Economista. 

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