HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Guerra comercial

El anuncio del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de imponer aranceles del 25% a las importaciones de acero y del 10% a las de aluminio parece ser solo el comienzo de una escalada de acciones que podrían llevar a desestabilizar todo el andamiaje económico mundial que ese país ayudó a construir durante décadas. Esta guerra comercial, en la que curiosamente exceptúa a Canadá y México, dos de los mayores proveedores de acero a su industria, y con quienes el mandatario estadounidense busca romper el acuerdo comercial Nafta, es una abierta provocación a Europa, que cada año exporta a los Estados Unidos 35 millones de toneladas de productos de acero, y donde están quienes fueran sus amigos hasta hace muy poco.

De hecho, ya la Unión Europea advirtió que responderá de la misma manera, tomando en cuenta que ese continente importa productos estadounidenses por unos 2.800 millones de euros, unos 3.440 millones de dólares, que corresponden a vehículos, motocicletas, licores y productos alimenticios, muchos de ellos con plantas de producción en estados clave para los republicanos desde el punto de vista de la política. Eso explica en buena medida la salida del principal asesor económico de Trump, Gary Cohn, antes de revelarse la atrevida medida del mandatario norteamericano y las críticas de unos 100 legisladores de ese partido a esta polémica decisión.

La medida, retardataria por donde se le mire, además porque la alta demanda de acero de la industria de Estados Unidos hará que las importaciones se mantengan y que la única manera de soportar los efectos sea encarecer el mercado interno, parece ser solo la carnada enviada por Trump al resto del mundo, que si responde de manera similar estará abriendo la puerta a que se rompa por completo el equilibrio comercial que se ha tenido hasta ahora, y que se desate una guerra comercial de tal magnitud que solo genere perdedores a o lo largo y ancho del planeta.

Este paso hacia el proteccionismo, que en la historia del mundo siempre ha tenido consecuencias nefastas, es un error que traerá un retroceso enorme en el orden mundial. Las barreras arancelarias son políticas que pueden aparentar efectos positivos en el corto plazo, pero que a la larga solo estimulan la ineficiencia y terminan por encarecer los productos. Lo cierto es que estamos entrando en tierras movedizas que en el caso del acero, por ejemplo, también podría llegar a afectar industrias que generan empleo en Colombia relacionadas con ese metal. Eso de que “no pretendemos hacer estallar al mundo” no son más que palabras con las que se quieren atenuar los efectos perversos de ese camino.

Justificarse hablando de “seguridad económica” de los Estados Unidos y criticar a Europa por no hacer, supuestamente, lo suficiente para ayudar con los gastos en defensa, es una actitud odiosa que al meterse con los bolsillos del resto de países desencadenará reacciones complicadas, las cuales la Organización Mundial del Comercio (OMC) no podrá resolver fácilmente. Bajo este esquema empezará a regir la ley del más fuerte, se le abrirá campo a la China y se acelerará su toma económica del mundo, un propósito en el que avanza con paso seguro.

Ese lema de “América primero” con el que llegó Trump a la Presidencia de los Estados Unidos está teniendo efectos prácticos en situaciones como la actual, donde las alianzas comerciales del pasado pierden vigencia y entramos en un mundo de inestabilidad e incertidumbre. El argumento de luchar contra el contrabando y la piratería con el que la Casa Blanca ha salido a defender esta estrategia es incomprensible. Con estas decisiones se mina la confianza, un valor tan importante cuando se habla de negocios.

Internacionalista

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