¿Menos pobreza?, ¿en qué país vivimos?

Cada vez que se publican las estadísticas oficiales, a la gente se le cuartean los labios de la risa. Recordemos que entre los colombianos hizo carrera la famosa pregunta de que todos quisieran saber dónde hace mercado la mamá del director del Dane, para ver cómo le alcanza la plata y sobrevivir con 290 mil pesos, incluyendo la canasta familiar.

Ahora el Gobierno nos acaba de sorprender diciéndonos que el país mejoró en reducción de pobreza y desigualdad. Eso es más o menos parecido cuando nos dicen que Santa Marta es la ciudad de menor desempleo en el país. Quienes elaboran esos estudios se les ve que nunca se han acercado por la Plaza de la Catedral y mucho menos arriman por los lados del Parque Bolívar, o la Avenida Campo Serrano. Como a diario vivimos la realidad del desempleo galopante, la gente no come cuento y desestima las cifras oficiales.

Según el Dane, en el año 2002, el nivel de pobreza monetaria total era de 49,7 por ciento. El año pasado, este fue de 26,9 por ciento. En las cabeceras, la pobreza pasó, respectivamente, de 45,5 a 24,2 por ciento, mientras que en las zonas rurales lo hizo de 61,7 al 36,0 por ciento.

No obstante la desaceleración de la economía y el debilitamiento progresivo del mercado laboral, en 2017 se mantuvo la tendencia (de largo plazo) a la baja en los diferentes indicadores de pobreza.

Así, el año pasado la pobreza monetaria total se redujo al pasar del 28,0 por ciento en 2016 al 26,9 por ciento. Por su parte, la pobreza extrema pasó del 8,5 al 7,4 por ciento, respectivamente.

De esta forma, el número de personas en condición de pobreza se redujo en 385.000, en tanto que 469.000 personas salieron de la pobreza extrema.

La reducción en pobreza en 2017 estuvo acompañada de una mejora en la distribución del ingreso medida por el Coeficiente de Gini. Este pasó del 0,517 (en 2016) al 0,508.

Estos resultados ponen de presente que, a pesar de las dificultades económicas y en especial del recorte del gasto público, fue posible evitar que se frenaran los avances sociales, al tiempo que se consiguió que cada vez más colombianos dejaran su condición de pobres.

También debe destacarse que, al tiempo que se redujeron los índices de pobreza, el país ha podido mejorar en términos de distribución del ingreso. Basta señalar que, en 2010, el Coeficiente de Gini era de 0,560 y el año pasado se ubicó ligeramente por encima de 0,500.

Sin embargo, en Colombia prevalecen grandes diferencias regionales en lo que tiene que ver con la pobreza y la desigualdad.

Así, en 2017, mientras en las cabeceras la pobreza total y la extrema eran de 24,2 y 5,0 por ciento, en las zonas rurales dichos guarismos eran del 36,0 y el 15,4 por ciento, respectivamente.

Ello significa que, en el campo, la pobreza total es casi un 50 por ciento superior a la de las ciudades y la pobreza extrema es tres veces mayor.

Pero las diferencias no sólo están entre los sectores urbanos y rurales, entre las ciudades también se presentan grandes desequilibrios.

En 2017, en tanto que en ciudades como Bucaramanga y Bogotá se tenían niveles de pobreza total de 12,0 y 12,4 por ciento, en Quibdó y Riohacha estos eran del 47,9 y 46,9 por ciento. Esto equivale a niveles casi cuatro veces mayores.

En materia de pobreza extrema las diferencias son aún más dramáticas. El año pasado, los niveles más bajos de pobreza extrema los tuvieron Pereira y Bucaramanga con 0,8 y 1,4 por ciento, respectivamente. Los más altos fueron los de Quibdó y Riohacha con 17,7 y 15,1 por ciento.

Esto significa que, en las ciudades con los mayores niveles de pobreza, la extrema está por encima del correspondiente nivel de la pobreza total de las urbes con los menores índices en la misma.

Es claro que, a pesar de los avances, se tienen grandes retos en materia de pobreza y desigualdad. Ello demanda del nuevo Gobierno la priorización de las políticas y las acciones en estos campos.