HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

Un mensaje aleccionador

El papa Francisco, en estos días  de Semana Santa, que son de reflexión y oración en el seno de la Iglesia Católica, se muestra acongojado por la galopante corrupción que conmociona y quebranta la moral de los dirigentes de  Hispanoamérica. No quiere el máximo dirigente de la Iglesia que los millones de católicos que existen en el mundo y en particular los de la región donde  nació, se queden en la pasividad y como absortos en la oración. Reclama que oren, que se arrepientan de sus pecados y que al mismo tiempo tengan una actitud firme frente a la corrupción. Es preciso que los católicos entiendan las realidades de la política por sí misma, puesto que los pueblos que eligen gobernantes corruptos terminan agobiados por ese mal, que, no solamente empobrece la moral del hombre del común, sino que lo condena al peor de los gobiernos posibles, de aquellos que compiten en el mal como los denominados “locos morales”.

Se dolió el Pontífice que los pueblos condenen la corrupción pero al mismo tiempo voten por los corruptos. Se sorprende de ver cómo se caen algunos gobiernos por ese “cáncer” y sus sucesores, al poco tiempo, derivan en la tentación del dinero fácil. ¿Cómo es posible que en esta región, en donde la mayoría de la población profesa el cristianismo que condena la corrupción en todas sus modalidades, les sea posible a los corruptos conseguir el apoyo popular?

Como sostienen los grandes teólogos de la Iglesia, no puede existir democracia en donde prevalece la ambición sin límites y la lucha desgarradora por las prebendas, al estilo de las aves de rapiña. Es de anotar que por ese fenómeno, en países como Colombia que sostuvo una guerra subversiva por medio siglo, no llega la tan anhelada paz, en cuanto el Estado continúa debilitado y no se tiene un poder fuerte como el que prevalece en las naciones más civilizadas. Los grandes filósofos sostienen que “la guerra no consiste sólo en batallas o en el acto de luchar, sino en un espacio de tiempo donde la voluntad de desatar la batalla es suficientemente conocida”.

Y es entonces cuando se llega a compartir la razón del gran teólogo: sin moral el derecho se diluye, los hombres se pervierten y las instituciones decaen.

Es la decadencia que parece abatirse sobre nuestra América uno de los mayores factores, según el Papa Francisco, que nos hunde en el atraso, el mal gobierno y la frustración colectiva. Se duele del caso del Perú, donde unos y otros gobernantes de distintas corrientes políticas terminan en prisión. Se refiere el Sumo Sacerdote de la cristiandad al colapso de la democracia, que debiera estar al servicio de los más necesitados, no al de los corruptos que se suceden unos a otros y rivalizan para desfalcar el tesoro público. La ausencia de un poder común que sea capaz de contener a los corruptos y hacer respetar los derechos de los débiles, parece ser el cáncer de nuestra democracia.

El Papa Francisco dijo: “al pecado no le tengo miedo, le tengo miedo a la corrupción.  Por cuenta de esa terrible epidemia, la democracia y la dignidad humana languidecen en Hispanoamérica. Lo peor es cuando “caemos en manos de personas que solo entienden el lenguaje de la corrupción”, sostuvo el Pontífice, quien también confiesa con dolor que la política está muy enferma en nuestra tierra. Es por ello que convoca a los pueblos a luchar contra ese creciente “cáncer”, porque la corrupción empobrece y envilece tanto a gobernantes como a  gobernados.

 El prelado insiste, desde Roma, en su condena a los corruptos porque “Un corrupto está tan seguro de sí mismo que no puede volver atrás. Son como esos pantanos chupadizos que queréis volver atrás y te chupa. Es una ciénaga. Es la destrucción de la persona humana».

El Papa Francisco convoca a los cristianos a salir del mutismo, dejar la perplejidad y la pasividad para combatir la corrupción y recuerda que  “no es el silencio el que ayuda a los gobiernos, sino la denuncia. La corrupción es un proceso de muerte que nutre la cultura de la muerte. El afán de poder y de tener no conoce límites”.

Finalmente recuerda que sin moral las civilizaciones decaen, las sociedades se autodestruyen y los pueblos se envilecen. Es por ello que se debe reaccionar y cumplir, a todo trance, los preceptos de la Iglesia y los Diez Mandamientos.

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