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La Biblia en el cine

En la última década, el gran relato mesiánico de la Biblia ha sido suplido por mitos análogos sin contenido trascendental.

La Biblia en el cine

Con “Fuera del mundo” (“Fuori dal mondo”), de Giuseppe Piccioni (2002). Existen incontables factores humanos que despliegan toda su potencialidad y todas las objeciones que se derivan del pecado original. De todas formas, es a mi juicio un argumento cinematográfico que remite una vez a la idea de argumentos bíblicos en el cine.

Desde “La vida y la Pasión de Jesucristo” de Lumiere (1987) hasta “La Biblia” de John Huston (1966), “La historia más grande jamás contada” (G. Stevens, 1964), “Jesús de Nazareth” (Franco. Zeffirelli, 1977), “Rey de Reyes (Nicholas Ray, 1951) y seguidas de otras versiones mucho más libres, personales (y a veces polémicas) como “Godspell” (D. Green, 1973), “Jesucristo Superstar” (Norman Jewison, 1974) o “La última tentación de Cristo” (Martin Scorsese, 1988) son vías de aproximación a la Biblia.

Los grandes estudios hollywoodienses han estado proverbialmente en manos de judíos (judíos a menudo disimulados, que condescendían con el cristianismo). En las últimas décadas ha sido Steven Spielberg el que, sin complejos, ha afrontado desde su pertenencia judía; algunas producciones bíblicas como “El príncipe de Egipto” (1998), de Brenda Chapman, Steve Hickner y Simon Wells, producida por Dreamworks (la productora de Spielberg), o “Josué, rey de los sueños” (1999), sin menoscabo de que algunas leyendas de aventuras, como la saga de “Indiana Jones” no tengan ciertas reseñas bíblicas innegables.

En la última década, el gran relato mesiánico de la Biblia ha sido suplido por mitos análogos sin contenido trascendental. Y es que la cultura “new age”, de raíz gnóstica, ha contribuido (directa o furtivamente) a crear estos nuevos paradigmas cinematográficos. Tenemos el ejemplo de cuatro mega relatos: la “trilogía de El Señor de los Anillos”, de Peter Jackson; la trilogía de “Harry Potter”, de Chris Columbus y otros autores; la hexagogía de “La Guerra de las Galaxias”, de George Lucas y otros, y la trilogía de “Matrix”, de los hermanos Wachowski. En todas hay un elegido (Mesías) y/o esperado: Frodo, Harry Potter, Luke Skywalker (que va revelando su misión universal) y Neo al que le sucede algo semejante.

Pero esto no es malo, todo parece cambiar de referente y permite que sean filmes exitosos precisamente porque en ese inconsciente del espectador ávido de cine, siempre en su alma busca verdades entre el bien y el mal. Por último, el argumento más divulgado hoy de forma paródica es el concerniente al Demonio. Cientos de títulos (rodados habitualmente por individuos que no creen en la presencia de Satanás) hacen de la representación del Mal, un expediente fácil para el cine de terror, un cine con un pensamiento muy fatalista del mal; en el que el albedrío no tiene espacio y en la que la última palabra, jamás la tiene el bien. Recordemos a David Lynch. Uno de los mejores ejemplos contemporáneos de satanismo y cine (“Carretera perdida”).

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