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Lula se entregó, pagará 12 años de cárcel por corrupto

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se entregó ayer a la Policía después del anuncio hecho ante miles de simpatizantes que le pedían no hacerlo. / AFP.

 

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva el símbolo de una izquierda deteriorada en América Latina se entregó ayer sábado a la policía, para empezar a cumplir una pena de 12 años de cárcel por corrupción, informó la cadena TV Globo.

Las imágenes mostraron que Lula salió a pie de la sede sindical de Sao Bernardo do Campo, en el estado de Sao Paulo, donde estaba atrincherado desde hacía dos días, para subir a un vehículo que según el reporte es de la Policía Federal. Previamente, los manifestantes le habían impedido salir del lugar.

Al cabo de varios minutos, Lula abandonó el vehículo en el que se hallaba junto a sus abogados, rodeado por decenas de manifestantes que gritaban «¡No te entregues! ¡No te entregues!», para volver a la sede del Sindicato de Metalúrgicos en Sao Bernardo do Campo.

La presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann, trató de hacer entrar en razón a los manifestantes, haciéndoles notar que una obstrucción al cumplimiento de la orden de arresto podría comprometer la concesión de un recurso judicial para beneficiarse de una pronta liberación.

 

Se ignora si Lula pretendía entregarse en la Policía Federal de Sao Paulo o ir hasta el aeropuerto de Congonhas para ser trasladado a Curitiba (sur), donde empezará a cumplir su pena de cárcel por corrupción y lavado de dinero.

Lula, de 72 años, anunció su intención de entregarse al final de una misa frente a la sede sindical, en memoria de su esposa fallecida el año pasado.

El expresidente, que está en la sede sindical desde que el juez Sergio Moro ordenó el jueves su detención, fue condenado como beneficiario de un apartamento ofrecido por la constructora OAS a cambio de facilidades de contratos en en Petrobras.

«Voy a cumplir la orden de cárcel (…) y cada uno de ustedes se transformará en un Lula», afirmó el exmandatario de izquierda (2003-2010), que se proclama inocente, desencadenando un clamor unánime de «¡Soy Lula! ¡Soy Lula!».

«Moro mintió al decir que esa apartamento era mío», clamó, y atribuyó su condena al propósito de evitar el regreso de la izquierda al poder en las elecciones de octubre, en las cuales es favorito en los sondeos.

«Hace mucho tiempo que soñé que era posible gobernar este país incluyendo a millones de personas pobres en la economía, en las universidades, creando millones de empleos», proclamó, antes de ser sacado en andas del camión de sonido sobre el cual se había improvisado una capilla.

«Ese es el crimen que cometí (…). Y si fuera por ese crimen, de colocar a negros en la universidad, de que los pobres puedan comprar un auto, viajar en avión, seguiré siendo un criminal», arengó desde la cima del camión, acompañado por dirigentes de partidos de izquierda y de Dilma Rousseff, su sucesora y heredera política, destituida en 2016 por el Congreso.

El ex líder sindical salió del lugar en andas.

 

UNA IZQUIERDA DETERIORADA

Lula trató de alentar a sus partidarios, rodeándose de jóvenes candidatos de otros partidos de izquierda y reafirmando un programa de defensa de los derechos sociales y de las empresas nacionales. Pero los ánimos no daban para ver demasiado lejos.

«Con Lula preso estamos todos presos», dijo Adriana Macedo, una profesora de 54 años de Campinas (Estado de Sao Paulo).

«Siento mucha tristeza. Este es el fin de una era de conquistas sociales», comentó con los ojos humedecidos Renato Silva, un profesor de historia, de 30 años.

 

La detención de Lula es un nuevo capítulo de la crisis política brasileña, marcada por la destitución de Rousseff en 2016 y por una ola de acusaciones de la Operación Lava Jato, liderada por Moro, que destapó una gigantesca red de sobornos enquistada en el aparato estatal.

 

El actual presidente, el conservador Michel Temer, fue denunciado dos veces por la Fiscalía por corrupción y obstrucción a la justicia, pero la Cámara de Diputados, con decenas de legisladores investigados, bloqueó las investigaciones.

 

EN CURUTIBA

La policía de Curitiba decidió alinear barreras de agentes y de vehículos para mantener separados por unos 30 metros a partidarios y adversarios del exmandatario de izquierda (2003-2010), cuando este llegue a la ciudad.

 

Algunas decenas de manifestantes antilulistas se congregaron allí por la tarde.

«Estamos aquí para mostrar que no queremos más impunidad. El pueblo despertó», dijo Thais Taques, una recepcionista de 33 años. «Lula se burla del pueblo. Fueron muchos años de corrupción, y miren cómo están la seguridad pública, la salud, la educación», agregó la mujer, que vestía una camiseta con la imagen del diputado de ultraderecha Jair Bolsonaro.

 

Lula será alojado en una celda especial de la PF, de unos 15 metros cuadrados, con baño privado.

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