HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

Malecón

Se cumplieron 70 años de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, el líder popular que quebró los moldes de una tradición sin soluciones de continuidad, en una etapa en que la gran depresión que desquició la economía norteamericana afectó por igual a todas las naciones latinoamericanas. Las secuelas de la primera posguerra y los preámbulos tormentosos de la Segunda Guerra Mundial nos incorporaron a las fluctuaciones desestabilizadoras del mercado. La inflación que nos dejó el oleaje de los empréstitos (la prosperidad a debe) y los 25 millones de dólares que nos pagaron por Panamá, se recalentó hasta sumirnos en la crisis fiscal que culminó en la moratoria decretada por Olaya Herrera.

Colombia no era entonces un país en el que rivalizaran una industria vigorosa y un proletariado pujante, pero la brecha entre ricos y pobres era notoria. Había que reducirla, al menos, con el fin de que las clases dominadas tuvieran una oportunidad de superar sus angustias, asentar sus valores morales y consolidar su espíritu nacionalista. Gaitán llevó sus propósitos de jefe más allá de donde picaban los demás compañeros de su generación, la de Los Nuevos, seguro de que la actividad pública es un proceso histórico más exigente que el pragmatismo político.

A su juicio, la política no podía tener un simple objetivo electoral y burocrático, sino una proyección con virajes económicos y sociales que garantizaran desarrollo e interdependencia entre las clases. Por eso arremetió contra la práctica de utilizar al hombre como apéndice de una montonera y no como el eje en torno del cual debe girar la conducción de las sociedades. Ese mensaje, fruto de sus convicciones, sensibilizó a la masa que consagró su liderazgo.

Así se perfiló el hijo del librero y la maestra que, por pedir un alto en el camino de la violencia desatada contra su pueblo, reuniéndolo un día en silencio y en paz, se convirtió en un peligro para siglo y medio de dominio oligárquico. El Bogotazo fue la respuesta de sangre cuyas incógnitas no han sido despejadas ni por los jueces ni por nadie, y que siguen allí, como trasfondo amparado por la penumbra de las conjeturas. 

El nacionalismo de Gaitán, inspirado en su filosofía social del Estado, lo confundieron, deliberadamente, de mala fe, con una concepción totalitaria de la política. Era la justificación que magnificaba la amenaza del “comunista” que cobraría, con intereses confiscatorios, la intemperancia de los privilegiados. Gaitán leyó en esa patraña el precio que terminó pagando por sus reparos a la concentración de la propiedad y al uso fraudulento del capital.

Cuando la madurez del luchador y la sindéresis del pensador estuvieron en su punto más alto, las balas del asesino desvanecieron la esperanza de llevarlo al destino que merecía.

ExMagistrado y escritor

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