HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Hace 20 años las Farc mataron a 11 soldados

EL DOLOR DE ARACATACA AUN SIGUE  

Por 

Juan Camilo Guerrero
Dagoberto Mata Daza 

El hecho se registró en el sector de El Torito, cuando los soldados buscaban liberar a un grupo de secuestrados que iban a ser internados en la Sierra Nevada de Santa Marta.  

Se cumplen 20 años de aquel 27 de marzo del 2003, donde fueron asesinados vilmente 11 militares de la compañía Plan Meteoro No.1 adscrita a la Primera División del Ejército Nacional en la vereda El Torito, zona rural de Aracataca, Magdalena. Los soldados eran los garantes de la protección, seguridad y movilidad de la población civil sobre los principales ejes viales del departamento.

El acto terrorista perpetrado por la cuadrilla 19 “José Prudencio Padilla” del Bloque Oriental “Martín Caballero” de las extintas Farc, fue ejecutado contra el grupo de soldados de Colombia, quienes se enfrentaron a aproximadamente 100 subversivos de dicha organización criminal, que de forma cobarde y premeditada prepararon un área de más de 200 metros con artefactos explosivos improvisados que fueron activados al paso de la caravana militar, acción que infringió el Derecho Internacional Humanitario.

EL ÚLTIMO RECORRIDO 

Siendo las 4 de la mañana, la unidad militar recibió la información de un poblador de la zona, quien manifestó sobre el secuestro de un vehículo de pasajeros con sus 20 ocupantes y otro de transporte de alimentos, los cuales habían sido abordados sobre la troncal de Oriente por el grupo guerrillero y posteriormente ingresados por una vía terciaria hacía la Sierra Nevada de Santa Marta.

De inmediato, el grupo de valerosos militares inició la planeación de la operación de rescate, para posteriormente efectuar el desplazamiento con rumbo al punto que les había indicado el informante.

Ya con las primeras luces del día, siendo las 6 de la mañana la unidad táctica conformada por tres vehículos; uno tipo REO M35 A2 y 2 tipo weapon, se ubicó sobre la troncal de Oriente e ingresó por la vía que les habían señalado, en aquel momento de difícil acceso.

Los soldados, tardaron cerca de 15 minutos en recorrer los 5,4 kilómetros para llegar al sector conocido como Casa Amarilla, donde estaban siendo esperados por los subversivos que les atacarían con el campo minado.

De acuerdo a lo manifestado por algunos de los sobrevivientes, el contacto con los guerrilleros era inminente, por lo que iban a la defensiva, sin saber que los esperaba uno de los enemigos más temidos por un militar, las minas.

Para la época, el secuestro a personas por las principales vías del Magdalena era el pan de cada día, así lo confirma un morador de la zona. “Eso era solo secuestro y quema de vehículos, secuestro y quema de vehículos, de la ‘Ye’ de Ciénaga a la Loma del Bálsamo. Aquí uno no podía andar, si salía de aquí para Santa Marta no sabía si podía llegar o si podía regresar”, narró un habitante del sector.

El primer impacto lo recibió el vehículo liviano que encabezaba la caravana, posteriormente al resto del convoy militar los guerrilleros les activaron las demás cargas explosivas, para luego, con ráfagas de fusil, ametralladoras, granadas de manos y cilindros bomba.

En medio del caos causado por la detonación de los artefactos explosivos improvisados, el segundo vehículo quedó a una distancia de aproximadamente 180 metros, sufriendo afectaciones directamente sobre su conductor, quien fallece de forma instantánea por la explosión; su cuerpo quedó destrozado.

Ante este hecho, los soldados del tercer vehículo tipo reo quedaron a pocos metros del segundo Waepon, reaccionaron al indiscriminado ataque, esto permitió repeler a los guerrilleros para que no acabaran con algunos militares que se encontraban malheridos.

Uno de los soldados muertos fue Fernando Madrid García, sobre su muerte, su compañero, el Soldado Profesional Walter Betancur describe que, “Cuando se tiraron de los carros cayeron encima de una mina y lo desapareció, lo borró despedazado, despedazado… le mochó las piernas y lo abrió por la barriga, quedó arriba del cerro, arriba del barranco, eso fue lo más tremendo que hubo en ese momento”.

Los valerosos hombres de esta unidad lograron resistir el ataque, evitando una tragedia aún mayor. Ese 27 de marzo fueron minutos de incertidumbre, impotencia y crueldad las que se vivieron en esta zona macondiana, según relatos de algunos de los sobrevivientes, de la espesa nube de polvo, producto de las detonaciones y los últimos disparos que hacían los terroristas para acabar con la vida de algunos moribundos soldados, alcanzaron a ver cómo fueron ajusticiados sus compañeros con tiros de gracia.

EL ROSTRO DE LAS VÍCTIMAS DE LAS FARC  

Las víctimas mortales de este suceso fueron: el subteniente Elías David Rivera Villarreal, oriundo de Soledad, Atlántico el Cabo Primero, Jordan Ibargüen, de Jumbo, Valle; los soldados Arbelio Torres, de San Pedro, Sucre, William Vergara Padilla, de Turbo, Antioquia; Remberto Coronado Arreiza, de Caucasia, Antioquia; Fernando Madrid, de Necloclí, Antioquia, Jesús Zambrano Martínez, de Bucaramanga, Gustavo Flórez, de Curumaní, Cesar; Abel Bermúdez Mejía, de Ciénaga, Magdalena, Luis Guillermo Bonil, de Santa Marta y Jorge Enrique Yepes Insignares, de Barranquilla.

Una de las víctimas morales de este hecho fue el Soldado Profesional Jorge Yepes Insignares, natural de Barranquilla, quien llevaba 10 años en la institución, y había sobrevivido a fuertes enfrentamientos en el Urabá Chocoano y Urabá Antioqueño, a él una de las explosiones desapareció parte de su cuerpo, por lo que fue necesario que Medicina Legal le hiciera pruebas de ADN a sus seres queridos, a los que fue entregado su cuerpo 7 meses después.

Marlene Insignares, madre del militar asesinado, recuerda que, «No sabíamos qué hacer. Parecía mentiras, es la hora y siento que mi hijo no está muerto. A él lo reconocieron porque en la parte donde estaba el apellido quedó intacta y en su bolsillo tenía la billetera con sus documentos. Fue un proceso muy fuerte porque Medicina Legal nos lo entregó a los 7 meses en un ataúd sellado. Estaba por pedazos, pero pudimos enterrarlo, hubiera sido peor nunca haberlo enterrado ni encontrado».

El ataque al grupo de soldados aterrorizó a los moradores cercanos al lugar de los hechos, quienes describieron el suceso como cruel y demencial. “Ese día la tierra temblaba por las explosiones. Se alcanzaban a escuchar los gritos de los soldados. Uno pasaba después y solo veía los huecos que dejaron las bombas. Daba mucho temor pasar por ahí”, cuenta una de las personas que vivía cerca.

*Comunicador Social y Periodista

Egresado de la Universidad Sergio Arboleda

Santa Marta

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