HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

Un grupo terrorista menos

El 7 de junio de 1968 la agrupación nacionalista vasca ETA (Euskadi Ta Askatasuna, que traduce país vasco y libertad) hizo su aparición terrorista en España con el asesinato del miembro de la Guardia Civil José Antonio Pardines Arcay, de 25 años. Si bien este grupo fue fundado en 1958, durante la dictadura de Francisco Franco, y su primera incursión violenta ocurrió el 17 de julio de 1961, el asesinato de Pardines fue el hecho que hizo conocer su vocación terrorista que la caracterizó hasta el 20 de octubre del 2011, cuando se comprometió a un cese definitivo de su actividad armada. Con su anuncio de ayer en el que se declara su disolución total se marca el verdadero fin del fin de dicha banda.

Se pasa así una página de seis décadas de violencia que, por momentos, hizo trastabillar la tranquilidad del país ibérico y llevó a tensiones separatistas en el norte de España que parecen hoy conjuradas. Si bien persisten estas inclinaciones en sectores de la población vasca, las diferencias y reclamos se tramitan haciendo uso de la política, camino que siempre será preferible al de la rebeldía violenta que representaba ETA. El disuelto grupo subversivo español es el último en desintegrarse después de que lo hicieron las Brigadas Rojas en Italia y el IRA en Irlanda, que a finales del siglo pasado fueron protagonistas del terror en Europa.

Los etarras que sobreviven al conflicto tomaron conciencia, finalmente, de que sus actuaciones rebeldes no tenían sentido y que es mejor «favorecer una nueva fase histórica», aun sabiendo que muchos de sus miembros seguirán presos por sus crímenes. Para España este hecho contribuye a consolidar su vida democrática, en la que de todos modos persisten viejos conflictos como el catalán, que se expresa en confusas situaciones como las vividas al final del año pasado en Barcelona y sus alrededores. Lo importante es que no se acuda a la violencia, sino que el diálogo sea el método de solución.

En Colombia ya tenemos desarmadas a las Farc y con la intención de la mayoría de sus miembros de cumplir lo acordado para someterse a la justicia transicional. Como ha ocurrido en procesos de paz en otras regiones del planeta, siempre hay momentos de tensión y posibles retrocesos, como se experimenta hoy acá, pero ya sin armas el resultado es positivo. La esperanza es que el Eln, que persiste en su absurda actitud violenta, recapacite y sus líderes se concienticen, como hicieron los de ETA, de que no hay justificación para la lucha armada.

Para nuestro país queda el reto de acabar para siempre sus guerrillas, ojalá por la vía del diálogo, y que las bandas criminales y mafiosas que persisten en el objetivo de generar terror sean derrotadas por las Fuerzas Militares, o sus miembros obligados a someterse a la justicia sin condiciones. Colombia debe seguir soñando con un porvenir en paz que juegue a favor del bienestar general, del desarrollo sin obstáculos, de la prosperidad que nos convierta en ejemplo para la humanidad.

Internacionalista

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