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El resurgir de un Salgar que no olvida a sus muertos

Con las lluvias de mayo, el recuerdo de aquella madrugada fatídica vuelve a rondar por las calles estrechas de Salgar. Un día 18 del quinto mes de 2015 la avalancha arrasó con 535 viviendas y arrebató de los hogares a 104 personas, 93 murieron y 11 más están desaparecidas.

A orillas de la Liboriana, pedazos de muros se muestran como huellas de la tragedia. Entre escombros, un puñado de casas sigue firme y sus habitantes, con tono de héroes, narran cómo la muerte no los pudo vencer.

Carlos Toro se le enfrentó a la furia de las aguas cuando no había amanecido. El lodo, comenta, casi tapó su casa y la borrasca, como le llama al fenómeno de avenida torrencial que se llevó un tercio de pueblo, desapareció a sus vecinos.

 

De la familia de doña Zenobia Muñoz no quedó ni rastro, perdió a siete familiares (tres nietos, a sus dos hijas y dos yernos). Alejandro Gutiérrez y su mujer forcejearon contras palos y piedras; la corriente le arrebató a su pequeña hija. Édison Restrepo no alcanzó a ver a su esposa y dos hijos: cuando arribó de Argentina, ya no estaban– recuerda.

Nacidos en el pueblo, y caficultores de tradición –como el 85 por ciento de los habitantes–, Zenobia, Carlos y sus estirpes era uno solo. El destino, inexplicable y voraz, eligió que la Liboriana se llevara la casa de ella, tan solo a 30 metros de la de él.

Cada salgareño tiene una historia ligada a la tragedia. Unos dan gracias al cielo por haber sobrevivido, otros lloran a sus muertos. Tantos huérfanos, viudas, preguntas sin resolver. El tiempo ha aliviado, no borró, pero sí unió a los pobladores de un municipio que hoy es ejemplo de superación ante la adversidad.

 

PROMESAS CUMPLIDAS

En Salgar no sucedió lo que en muchas otras poblaciones colombianas que viven desastres naturales: promesas incumplidas, mal manejo de las ayudas y una debacle social y económica prolongada.

En total, al municipio le llegó una avalancha de ayudas que sumaron, según recuerda la alcaldesa de entonces, Olga Eugenia Osorio García, 60.000 millones de pesos. Para la reconstrucción del pueblo, y la reubicación de las familias afectadas, los censos arrojaron que era necesario hacer 300 viviendas nuevas. La Nación entregó 278 y el sector privado, 30 más.

 

Osorio García vivió en carne propia la tragedia. En su condición de jefa de gobierno local debió sortear el drama de vecinos y amigos por las pérdidas de vidas y la destrucción de cientos de viviendas.

“No había cifras, había nombres”, rememora, en su casa en Salgar, y con la satisfacción de saber que mucho ha cambiado, para bien.

“Cuando la tragedia, el primero que me llamó, antes de la 6:00 a.m., fue Sergio Fajardo (gobernador de entonces), pero apenas estábamos entendiendo la magnitud de la avalancha, que inició pasadas las 2:00 a.m. Me dijo que no estaba sola”, anota.

 

Desde ese momento hubo una cadena de solidaridad. La exalcaldesa comenta que a las 9:00 a.m. llegó a Salgar el expresidente Álvaro Uribe, luego de recorrer La Margarita. “Estaba conmovido. Había pasado su infancia en ese corregimiento y uno de sus mejores amigos perdió a su nieta en la avalancha”, apunta.

Desgarrada en llanto, al mediodía, recibió al presidente Juan Manuel Santos: “Me pedía tranquilidad, y me dijo que no importaba cuánta plata se necesitaba, que él me la giraba, y que esto lo íbamos a superar”.

Sin haber pasado el primer día de la tragedia, las autoridades nacionales le hablaron de entregarle 24.000 millones de pesos. El municipio, acota la exfuncionaria, no tenía la capacidad de recibir toda esa plata.

 

Esos recursos se destinaron a la construcción de tres proyectos de vivienda: dos en la zona urbana (La Habana y La Florida) y uno en la rural (La Pradera).

Santos, entonces, delegó a la Unidad Nacional Para la Gestión del Riesgo de Desastres, Ungrd, gerenciar la reconstrucción de Salgar y para Osorio García ese fue el éxito del proceso.

Contrarreloj, en 24 horas, se restableció el servicio de acueducto en el pueblo y, en una semana, se construyeron seis puentes que había derribado la avenida torrencial.

“Lo más difícil de atender, pero lo más necesario, era la ayuda psicosocial. La gente se iba a enloquecer, y la inversión más grande que hizo la Gobernación fue en ese tema. De mayo a diciembre tuvieron un gran equipo de expertos con los habitantes”, destaca.

 

FELICES EN SUS NUEVAS CASAS

A pesar de la complejidad de entregar viviendas gratis a damnificados, por lo que implicaba la depuración de censos, compras de predios y los trámites de construcción, en menos de dos años luego de la tragedia se lograron tener las unidades habitacionales para quienes lo perdieron todo.

 

En junio del año pasado, Carlos Iván Márquez, director del Ungrd, dijo que el proceso de intervención y reconstrucción de Salgar fue exitoso y se cumplió como lo prometió el presidente Santos cuando anunció que la localidad iba a quedar mejor de lo que estaba antes del desastre.

“Las nuevas construcciones se ubicaron en sitios seguros y las familias recibieron apoyo en infraestructura, a nivel social y sicológico, porque fue una intervención integral”, señaló y confirmó que, efectivamente, el proceso culminó en un ciento por ciento.

 

Claudia Janeth Ríos Sepúlveda fue beneficiada con uno de los apartamentos de La Habana, que construyó el Gobierno Nacional y entregó por intermedio de la Fundación Berta Martínez. Recuerda, con nostalgia, la noche en la que todo fue oscuridad y agua. Perdió su casa, muebles, electrodomésticos. Sobrevivió, pero quedó en la calle, junto a su esposo y dos hijos.

“Viví tres meses con subsidio de arriendo y al año y medio me entregaron la casa nueva. Soy feliz, este es un palacio”, subraya y destaca que Salgar hoy es un mejor vividero, resplandece y hay más hermandad.

“Todavía recordamos a tantas personas, nuestros amigos, que murieron. Sin embargo, a este pueblo le sobra verraquera, ganas de salir adelante. Por eso no se dejó morir”, enfatiza.

 

TURISMO INTERNACIONAL

La consigna en la población fue no mirar atrás. Las manifestaciones de solidaridad fueron un aliciente para que Salgar renaciera.

Hoy, el parque principal, renovado con recursos provenientes de la Nación, luce impecable. Sus jardines florecen y la Alcaldía no escatima en su cuidado. Alrededor se han ido abriendo cafés, panaderías y restaurantes producto de inversión privada.

 

Los cultivos de café siguen siendo el primer renglón de la economía local, pero ya se habla de sembrados de banano y otros tantos de lulo.

Víctor Maya, empresario y caficultor de Salgar, cree que la historia de su municipio se partió en dos y que después de la tragedia hay prosperidad y mucha alegría en las calles.

“Somos privilegiados. Han llegado inversionistas de afuera, se han abierto finca hoteles y llegan a ellas turistas extranjeros para conocer el pueblo y el proceso del café. Se ha dinamizado la economía del municipio”, asevera.

De la pesadilla despertaron. El sol volvió a salir en Salgar y sus habitantes, arropados por la solidaridad, no se dejaron vencer. Pero la naturaleza no da tregua y subestimarla es coquetear con otra tragedia. Medellín El Colombiano.

 

 

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