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Hidroituango: se alcanzó cota 406, están a cuatro metros

Dos noticias alentadoras aliviaron ayer, en parte, la crisis de las personas evacuadas de las riberas del río Cauca: EPM informó que la cresta de la presa alcanzó los 406 metros sobre nivel del mar, faltan 4 metros para alcanzar la meta de los 410, lo que permitirá desviar el agua por el vertedero y retomar el control del proyecto.

Dos, la desaparición de la filtración de agua por la galería, lo cual ocasionó la emergencia el pasado miércoles, que obligó a suspender los trabajos en la hidroeléctrica y a evacuar a Puerto Valdivia.

 

Además, el caudal del Cauca descendió en un 20 % con respecto a los registros de los días pasados, cuando osciló entre los 2.000 m3/s y los 2.500 m3/s. Ayer estaba en 1.700 m3/s, hecho que permite un mayor avance en las obras.

Entretanto, por el cañón del río Cauca el caudal del afluente baja apacible. Las 594 familias evacuadas de Puerto Valdivia esperan que crecientes como la ocurrida el sábado 12 de mayo, por la emergencia en uno de los túneles de Hidroituango, no se vuelvan a repetir.

Pero si las aguas que ahora son mansas y no amenazan, por el momento, a las poblaciones ribereñas mientras continúan las evacuaciones, el desbordamiento poblacional que sufre hoy la cabecera municipal de Valdivia es preocupante. Los cinco albergues temporales ubicados en esta localidad no dan abasto con más de 2.000 personas.

Ocho médicos del hospital San Juan de Dios, funcionarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, policías, militares, personal de la Alcaldía local y la Gobernación de Antioquia, se reparten las tareas para atender a la gente que llena las calles del pueblo. No hay ninguna de ellas vacías.

En el coliseo principal están instaladas 414 personas, de ellas 177 niños, en 71 carpas. Al respaldo de este espacio, en una cancha sintética cubierta las autoridades acomodaron a otros 278 pobladores evacuados, el mismo número que fue ubicado en la escuela Evangelina Mejía cercana a la iglesia.

El resto de las familias están repartidas en otros dos escenarios del municipio. Mientras que otras 63 consiguieron posada en casas de parientes o amigos.

“Por el estado de hacinamiento de los albergues lo que más se presentan son enfermedades virales, diarreas, y muchas personas que están sufriendo de estrés. Lo peor es que si no hay reubicación la situación puede empeorar, pueden presentarse brotes o epidemias”, reveló el galeno Javier Hernández.

Hay pacientes con enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión que los médicos monitorean continuamente para evitar un fatal desenlace para las familias evacuadas. Las mascotas que las familias no quisieron dejar en Puerto Valdivia y otros sectores, serán censadas por las autoridades y llevadas a otro sitio para no afectar la difícil situación de salubridad de los espacios que sirven como refugio.

Para distraer a los menores, el Ejército Nacional desplegó jornadas lúdico-recreativas para los niños. Inflables, saltarines, pinturas y aeróbicos, son algunas de las actividades que desarrollan 52 militares, a la espera que lleguen otros 60 uniformados desde Santa Marta e Ibagué.

“Los menores de edad no reconocen la magnitud de la situación, queremos, por medio de la recreación, ayudarlos a olvidar esa triste realidad que están viviendo, que la cambie por alegría”, expresó el mayor Henry Beltrán.

Aunque las ayudas humanitarias no dejan de llegar al municipio, lo cierto es que los albergues muchas familias reciben el desayuno y solo vuelven a tener una ración completa hasta las 9:00 p.m. Claudia Jiménez, que llegó evacuada desde la vereda Las Palomas, y Jorge Mazo, desde Puerto Valdivia, piden mayor atención al tema de la alimentación porque los ánimos se calientan cuando no hay comida.

Sus anhelos solo están en esperar el día que les digan que pueden volver a sus hogares, con el calor y el ritmo del río, sus costumbres que, dicen ellos, son muy diferentes a las de Valdivia, donde hace frío en las noches y la gente, simplemente, no es porteña.

 

EL PUERTO

El viernes en la noche Jonaida Gómez sacó sus pertenencias más preciadas de su casa en el puerto a orillas del Cauca. El camión con el trasteo que llevó hasta Valdivia dejó atrás una soledad inquietante en el corregimiento a 20 kilómetros del casco urbano, cuyas calles las recorren algunos gatos, y donde solo quedaron destrozos de la furia del río y el histórico puente peatonal Simón Bolívar que unía ambas riberas quedó hecho añicos.

En las noches, desde las 6:00 p.m., las motocicletas policiales llegan a patrullar el abandonado poblado al tiempo que se enciende el alumbrado público. Desde el cruce vehicular se pueden ver pocas luces encendidas, en algunas casas montaron campamento los militares, pero otras están ocupadas por aquellos que se negaron a abandonar sus hogares.

Mientras la oscuridad cae sobre Puerto Valdivia, dos mulas avanzan cargadas de cantinas de leche que Sebastián Correa no puede dejar de llevar a un local del corregimiento. El joven confiesa que aunque le da susto que el río vuelva a inundar la zona, allí está la máquina que procesa los lácteos de la finca y es una tarea inaplazable. Es la resistencia a dejar morir el lugar que siempre ha sido suyo.

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El Colombiano.

 

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