HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Triunfalismo con el ingreso a la OCDE

La inmadurez de Colombia como sociedad se manifiesta claramente cuando nos enfrentamos a decisiones que tienen que ver con gobiernos u organizaciones internacionales poderosas. Nos comportamos como adolescentes que se desmayan ante posibilidades nuevas, sin beneficio de inventario, o peor aún sin medir claramente todas las consecuencias que pueden derivarse de ese tipo de decisiones. Con demasiada frecuencia, sacamos a relucir esas dosis de arribismo que nos lleva a asociarnos con los que aparentemente son más que nosotros para ganar estatus. Lo peor de este tipo de actitudes, es que el país y sus dirigentes no parecen aprender las lecciones que les demostrarían que es fundamental actuar con más información sobre las consecuencias, con menos emoción y obviamente con mayor cautela.

Ya a Colombia le sucedió un fiasco con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Los que participamos en el debate del tema en el Congreso de la República y nos tomamos en serio su análisis, no solo salimos frustrados, decepcionados por la improvisación y por el desprecio que en este país se tiene frente a análisis serios, si no asombrados por la influencia de los intereses muchas veces non santos de quienes, en últimas, toman las decisiones. Pero como no hay en nuestro país juicios de responsabilidades si se trata de poderosos, nadie le ha pasado la cuenta de cobro a quienes forzaron decisiones que finalmente no han traído los beneficios que se vendieron como inmediatos, por parte de los interesados. Era absolutamente evidente y así lo demostraban los numerosos estudios disponibles en ese momento, que el sector rural pagaría un alto precio con este tratado, lo mismo que la pequeña industria y que Estados Unidos sería el favorecido de inmediato.

Pero uno de nuestros profundos defectos es que no aprendemos la lección y ahora estamos repitiendo lo mismo con la entrada a la OCDE. Claro que, en esta sociedad clasista, elitista, se sabe que pertenecer al club de los mejores o más poderosos asegura en principio, no las buenas prácticas como nos han dicho, sino ser parte de quienes más influyen en el mundo. Imagínense estar en el mismo círculo que Europa, Estado Unidos, etc., etc. Pero como parte de las constancias históricas que los columnistas de nuestro país, dejamos en nuestras columnas, es bueno señalar ahora en plena euforia porque estamos ad portas de que nos acepten en ese club de los mejores, por lo menos dos temas obvios.

Primero, toda la atención se ha centrado tanto en el país como en la OCDE en nuestros indicadores económicos. Sabemos de sobra que sin ser Colombia un milagro, ni mucho menos, sí se nos reconoce la seriedad en el manejo de nuestras variables macroeconómicas. Sin duda es en este campo donde sobresalimos, y debe reconocerse que el gobierno y los empresarios se han vendido bien ante los altos funcionarios de esa entidad internacional, entre otras porque les hemos hecho demasiado caso. Solo nos falta que nos dicten como debe ser la próxima reforma pensional.

Segundo, sin embargo, también típico de Colombia, nadie se ha preocupado ni el gobierno ni la OCDE por nuestras distancias abismales en el área social y en otras que a pocos les gusta, como es nuestro sistema impositivo, para solo señalar dos áreas. Un ejercicio realizado por CiSoe en un seminario en Fedesarrollo y ajustado en 2017, demostró el abismo que tiene Colombia frente no a los miembros más desarrollados, sino frente al promedio, en términos de indicadores sociales. “Bajo una serie de supuestos, en el 2017 se necesitarían 2,5% del PIB, proporción que iría creciendo para el 2018, 3,2%, 2024 a 4,5% y 2030 a 4.9% del PIB. Y lo que el gobierno y el sector privado no se ha dado cuenta es que apenas nos empiecen a exigir en la OCDE que nos acerquemos a ese promedio, en gasto en educación, en salud, en protección social, el drama fiscal e institucional será inmenso” [CiSoe 2016].

Estamos a años luz de cómo vive la gente de los miembros de este club y en eso no nos hemos fijado porque no es el tema relevante para quienes viven en Colombia mejor que los ricos europeos, por ejemplo. El ejército de pobres mal pagados y a menudo mal tratados que les sirven a los privilegiados es un lujo que poco se pueden dar los socios de la OCDE..

Y el punto final es el de los impuestos. Ahora que los candidatos presidenciales aseguran que no van a subirlos, es bueno que sepan que el peso de impuestos sobre PIB para el promedio de los países OCDE es 35% y Colombia en impuesto de renta, por ejemplo, si acaso llega al 14% e incluyendo otros impuestos difícilmente llega al 22% del PIB. Qué irá a hacer el país cuando lo empiecen a presionar para acercarse en este y otros indicadores, a los promedios mencionados. Pero la euforia, la inmadurez y el arribismo, no ha dejado medir estas consecuencias. Nuestro usual triunfalismo nos puede llevar a la tumba, de nuevo.

ExMinistra de Estado 

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