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Conozca a seis de los héroes que salvaron la presa de Hidroituango

Ayer, como una meta que se convirtió en un acto de honor y compromiso personal, los empleados de Hidroituango alcanzaron el logro más importante para el futuro del proyecto: elevaron el muro de contención a 410 metros sobre el nivel del mar, suficientes para evitar que el agua pasara por encima de la presa, dañara la estructura y arrasara con pueblos vecinos.

Cuando se logró el obejtivo, a las 5:30 p.m., los empleados celebraron con abrazos. Pero dos minutos después la normalidad retornó: las 1.500 personas que trabajan en la presa y el vertedero volvieron a sus labores con un nuevo reto: subir la cota del muro a 415 y luego a 420 (metros sobre el nivel del mar).

No fue una tarea fácil. En el desafío se atravesaron varias emergencias. En la última, el agua salió por el camino por donde subían las volquetas a la presa. Como resultado, varios empleados renunciaron por temor a una desgracia.

Jorge Londoño de la Cuesta, gerente de EPM, dijo que fueron 200 las personas que se retiraron tras los últimos incidentes. “Es una cifra pequeña si tenemos en cuenta la cantidad de gente que trabaja en el proyecto”.

El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, le pidió a EPM que considere hacer un reconocimiento extra -que podría ser monetario- a los trabajadores de la presa. “Estas personas son unos héroes. Toda la ciudad y el país está agradecido con ellos por su trabajo”, comentó.

Estas son las historias de algunos de esos héroes anónimos que ponen su granito de oro por el futuro de Antioquia.

 

TENGO UN TRABAJO EXPLOSIVO

LLevo 20 meses laborando en el proyecto Hidroituango, después de haber sido recolector de café y ayudante de minas. Soy Martín Barrientos, tengo 44 años y tengo un oficio riesgoso pero bueno: soy ayudante de explosivos.

Es decir, me toca poner las cargas (de dinamita) cuando hay algo que volar. Soy la penúltima persona que sale del túnel, porque después de mí queda solo el encargado de encender la mecha.

No me da miedo. Ya había hecho ese tipo de trabajos en muchas minas. Antes de venir estaba en una del municipio de Zaragoza, pero nos empezó a ir mal, entonces les mandé una carta a los señores de la obra de acá y me recibieron.

El trabajo es duro, pero estoy enseñado a laborar al sol y al agua. Lo que sí me da miedo es que me vuelva a pasar eso de ver a los compañeros corriéndole al caudal del río y no poder hacer nada. Es que la persona que le diga aquí que no le da miedo, está diciendo mentiras. Todos lo sentimos pero uno no se puede dejar ganar de eso.

Yo sigo acá en Hidroituango porque uno tiene necesidades y obligaciones: tengo que mantener a mi esposa y a mis dos hijos (Julián Stiven, de 8 años y Leidy Xiomara, de 7) que viven en Gómez Plata. En el pueblo me preguntan que si estoy esperando que me lleve el Cauca, pero yo tengo mucha fe en que eso no va a pasar.

La otra cosa que ha sido dura es ver a la gente dejando lo poquito que tienen sin saber para dónde se los llevan. Pero eso también es una situación que lo llena de moral a uno: tenemos la necesidad de terminar rápido para que ellos vuelvan a casa y estén tranquilos.

 

SOY NUEVO Y AMO LO QUE HAGO

Me llamo Abelardo Martínez Sierra, tengo 32 años y vine desde San Vicente de Chucurí, en el departamento de Santander, hace cuatro meses.

Apenas pasaron unos poquitos días desde que llegué aquí y empezaron a suceder emergencias. Pero estoy tranquilo: esta obra, como todas, tiene sus dificultades; y si nos dicen que todo está bien, pues uno trabaja y confía en los que saben de estas cosas.

Aquí me toca transportar el material con lo que se está haciendo el llenado de la presa: piedras y limo. En un día puedo hacer hasta once viajes dependiendo del estado de la vía. Yo sé que es algo importante porque de nosotros, y de que no pase nada más grave, depende el futuro de este proyecto y de muchas familias que viven aguas abajo.

 

Ellos me dicen “papi, tenga mucho cuidado que eso allá está muy peligroso”, y les respondo que todo va a salir bien porque confío mucho en Dios, y si él me dejó llegar a este proyecto es para que pueda darles una mejor forma de vida.

Por ahora no se me ha pasado por la cabeza renunciar, aunque confieso que no me ha tocado vivir las emergencias porque cuando han pasado he estado en el turno de la noche. Pero sigo unido con mis compañeros y, con ellos cada día, antes de empezar la jornada, nos encomendamos en la oración.

 

ME VOLVÍ UN TUITERO FAMOSO

Me llamo Wilfredo Villarraga, tengo 41 años y soy de Bogotá. Llevo 11 meses trabajando en el proyecto Hidroituango como pailero. Mi labor consiste en prealistar los materiales con los cuales se van a formar las estructuras y armarlos con una soldadura muy básica. Pero eso sí: no soy soldador.

Acá llegué a trabajar en las almenaras (piscinas dentro de la casa de máquinas) y cuando empezó la emergencia, la información que salió era muy negativa: decían que esto se iba a caer y que íbamos a matar a la gente. Ante tanta cosa que se comentaba yo hice lo más fácil: saqué una foto de la situación en la presa y la publiqué en mi Twitter (@wilfredomillos) aunque apenas tenía 35 seguidores. Esa vaina se volvió viral (alcanzó más de 4.550 RT y 11.300 Me gusta) y empezaron a llegarme muchos mensajes. Yo sé que es algo efímero, por eso aprovecho porque quisiera llevar a los niños de los albergues a cine y darles algunos regalos, pero necesito ayuda de los medios y el Gobierno para lograrlo. Me imagino que sea como cuando llevo a mis hijos a un centro comercial y los invito a ver una película, que ellos a la salida me dicen gracias.

Tengo cinco hijos que viven en Bogotá y solo los veo cada dos semanas, porque trabajo seguido 14 días y descanso siete. A ellos puedo llevarlos a cine, pero los papás de estos niños viven una situación muy difícil y es por ello que queremos darles aliento.

Acá nos dicen que somos héroes, no es así. Mi hermano es rescatista de aviación en el Ejército y esos manes sí que lo son. Simplemente soy un obrero que tuvo suerte.

 

SOY MECÁNICO Y QUIERO AYUDAR

Tengo 52 años y aunque nací en Cali, llevo más de 30 en Antioquia. Me llamo Juan Carlos Llanos y desde hace 45 meses soy mecánico de las máquinas y carros en el proyecto Hidroituango. Antes había hecho lo mismo en El Quimbo, departamento de Huila, en Sogamoso, Boyacá, y en Porce III, también en Antioquia.

La semana pasada se vino el agua por la calle mientras estaba revisando un motor. Yo vi a todo el mundo corriendo para un lado y dije: “¿eh, para dónde van todos estos manes?”, y entonces bajó un compañero gritando que corriéramos, que el río Cauca nos estaba viniendo encima. El susto fue muy berraco y arranqué a correr. Después nos calmamos. Abajo nos contaron lo que había pasado, nos dijeron que todos estaban bien y volvimos a trabajar de manera normal.

Ese día mi hija María Camila, que tiene 21 años, me llamó llorando y me suplicó que me fuera del proyecto. Le dije: no mi amor, yo estoy trabajando sin problema, aquí no ha pasado nada.

Todos sentimos miedo, pero uno sigue haciendo sus labores porque piensa en la gente de abajo (del corregimiento Puerto Valdivia) que está fuera de sus casas. Algún día consideré irme y luego dije: “¿para qué?”, aquí uno está colaborando con algo, en la casa no voy sino a pensar todo el tiempo en lo que estarán viviendo los compañeros. Mejor sigo trabajando para que terminemos lo que debemos hacer rápido y así conseguimos que todo el mundo pueda volver a su casa, sin el peligro que el río se les vaya encima.

 

NOSOTROS TRABAJAMOS EN EQUIPO

Aquí donde nos ve somos amigos hace rato. Ya habíamos trabajado juntos en la hidroeléctrica Porce III y hace cinco años estamos en Hidroituango. Yo me llamo Yamid Rivera y tengo 31 años; mi amigo es Luis Carlos Jerónimo, tiene 29 años y es de Montería.

Somos operadores de maquinaria y equipos de perforación, nos tocó hacer los soterrados (túneles) y ayudar a bajar la montaña para construir el vertedero. La mayor parte del trabajo es relativamente fácil porque estamos acostumbrados a lo que tenemos que hacer.

Lo que más nos preguntan en Anorí, el pueblo de donde vengo; y en Montería, es si no nos da miedo trabajar aquí en el proyecto. Nosotros sabemos cómo está la situación y creemos que no es tan grave como piensa la gente que ve la obra desde afuera.

Muchas personas inventan o exageran, y eso alarma al país, sobre todo a los familiares de uno. Sin embargo, nosotros seguimos trabajando con fe en lo que hacemos.

Aquí nos levantamos a las 3:45 de la mañana y a las 4:30 estamos desayunando para bajar a trabajar a las 6:00 en punto. Antes de entrar oramos con todos los compañeros y, conociendo la situación de la obra, estamos alerta todo el tiempo.

Cuando tenemos descansos (una semana cada 14 días) yo voy a ver a mi familia, y mi amigo se va con su esposa y sus papás. Para los dos, las familias son la motivación para seguir. Yo estoy aquí con la intención de poder ayudar a mi papá y él, mi amigo, porque quiere darle un mejor futuro a su hija que se llama Yalena y tiene seis años.

Le puede interesar:El ABC del futuro de las obras en Hidroituango.

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Medellín El Colombiano.

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