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«La sinceridad absoluta es una utopía»

Tartuff, es una comedia en cinco actos escrita en versos alejandrinos por Molière y estrenada el 12 de mayo de 1664.

 

Por

GONZALO RESTREPO SÁNCHEZ

Hace poco recibí un mensaje por internet donde expresaba: “Aprende a sentarte en la misma mesa con Judas sin que te robe la paz”. Al otro día, volví a leer la frase y mi mente recordó el libro de Amoz Oz, “Judas” donde se partía de la premisa (de forma no tan enérgica) que hubiera pasado si en realidad Judas no hubiese traicionado a Jesús.

Estas dos ideas nos llevan a pensar opiniones y estrategias diferentes cuando nos asiste un judas (falso, hipócrita, traidor, etc.) en una sociedad cargada de este tipo de personajes.

Es difícil tener un comportamiento cuando sabemos que estamos ante un ser de características bien opuestas. Jesús siempre mantuvo su postura asertiva a pesar de conocer a un ser hipócrita. De todas formas, considero que el cine ha ilustrado muy bien la condición del ser humano y sobre todo a esa clase de personajes que como a Judas, siempre merodean la falsedad. Veamos un par de ejemplos:

Uno sería La règle du jeu (La regla del juego, Jean Renior, 1939). Alguna vez Robert Altman dijo: “Aprendí las reglas del juego de ‘Las reglas del juego'», y es que su filme “Parque Gosford”, no está muy lejos de su frase. Pero otro filme sería “Tartufo” de Murnau en 1925. En este filme (basado en la obra homónima), el guión de Carl Mayer no era una adaptación rigurosa de la comedia de Molière, sino que, al contrario, se tomó la libertad de excluir unos cuantos protagonistas (como la madre y los hijos de Orgon) así como de algunos matices argumentales para facilitar la historia atesorando básicamente el tema y su esencia.

Tartufo es el tipo de personaje para el cine que un actor agradece encarnar: un interlocutor ruin y magnánimo, y que el actor puede caracterizarlo libremente —cayendo en el elogio— puesto que es una comedia. En la cinta de Murnau, el actor alemán Emil Jannings y sus apariciones  (perennemente pegado a sus libros religiosos) resultan inolvidables, así como las escenas abiertamente humorísticas como el desayuno con Orgon, donde engulle un pedazo de carne, o cuando charla con la esposa de Orgon y no puede evitar fijarse en el escote y las piernas de ella.

De todas formas, si bien a los actores les resulta fácil caracterizar a tanto tartufo en la vida, la explicación podría hallarse en que a la larga, todos nosotros —actores hipócritas— llevamos algo de Judas. Es bien válido analizar la vida y observar como no hacemos algo bueno para luego sentirnos mal.

“El hombre quiere ser sincero, pero psicológicamente “camina por debajo” y no acepta algunas cosas que oculta ante los demás y que reprime ante sí mismo. Para el psicoanálisis, por usar un lenguaje de la psicología, represión es un mecanismo primario de defensa comparable a una tentativa de fuga y precursor de la futura solución normal por enjuiciamiento y condena del impulso repulsivo¨ (Freud, 1948 p.931).

La psicología propone tres juanes: lo que realmente uno mismo es, lo que uno mismo cree que es y lo que otros creen que uno es (Allport, 1986 p. 348).  ¡Que nada! Como reafirma la teoría kantiana, el hombre busca actuar moralmente pero en los vericuetos del alma y su intimidad, aspira a quedar bien. “Desea ser aprobado, sinceramente aprobado, pero no por ello deja su “recorrido por detrás” de la apariencia”, su hipocresía fundamental (persona en griego significa “máscara”). No se trata aquí de inmoralidad, egolatría o afán de notoriedad, sino de su necesidad elemental de representar valores ante los demás. “la sinceridad absoluta es una utopía” (López Ibor, 1969 p.53). ¡Qué hipócrita somos, no hay nada que hacer!

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