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‘Villa Caracas’, el retrato de la angustia y la pobreza

En un recorrido por ‘Villa Caracas’ observamos la pobreza extrema que hay en esta zona de la ciudad, donde no solamente viven venezolanos sino que también hay decenas de familias magdalenenses desplazadas por la violencia u ola invernal. /MONTINER ALVIS

El Gobierno local dice que hace lo que puede para ayudar a los ciudadanos venezolanos, sin embargo, necesitan la intervención de políticas públicas del Gobierno Nacional.

'Villa Caracas', el retrato de la angustia y la pobreza

Se han acostumbrado a convivir con el peligro. A diario sortean toda clase de calamidades con el fin de preservar sus vidas, la de sus familias y principalmente la de sus hijos. Saben lo difícil que es sobrevivir, por eso no se quejan, todo lo contrario, cada día que amanece agradecen a Dios por ver el nuevo alba y se echan la bendición para que les vaya bien.

La ubicación geográfica de estos barrios de invasión es el sector noroccidental de la ciudad de Santa Marta. Allá no hay nada de nada. Es la dramática cara de la pobreza extrema.

Allí conviven ciudadanos venezolanos y colombianos. Los primeros llegaron huyendo por la crisis social de su país, y los nuestros, desplazados por la violencia. Todos llegan en busca de mejores oportunidades.

Antes de que se iniciara el auge de la migración venezolana se les conocía como las invasiones, El Milagros I y II ahora ha  pasado a llamarse con el sugestivo nombre de  ‘Villa Caracas’.

Quienes allí residen lo hacen al lado de la línea férrea, porque no tienen más a donde ir. Es un sector que carece de los más elementales servicios básicos a los cuales debe tener acceso toda sociedad, es decir, los servicios de acueducto, alcantarillado, aseo, gas natural. Pero no. Allí no hay nada de nada, y si tienen luz es porque ellos mismos han tendido redes rusticas y peligrosas para aprovisionarse del servicio. Todo es artesanal.

 

CONDICIONES PRECARIAS

Realizamos un recorrido por ‘Villa Caracas’, donde evidenciamos las precarias condiciones en las que viven centenares de personas, toda vez, que existen muy pocas casas de materiales o ladrillos, pues la mayoría son unos ‘cambuches’ hechos de sacos, plásticos y material reciclable en general.

Cocinan con leña porque no hay gas natural, realizan sus necesidades fisiológicas en medio de los árboles, arrojan las basuras a los alrededores y les llega el agua una vez a la semana por unas mangueras que recorren toda la línea férrea.

Debido a esa situación, a muchos les toca comprar el agua por pimpinas y desplazarla por una carreta que alquilan las personas que la tienen, pues no todos tienen esa estructura improvisada que para ellos es de mucha ayuda.

Esta comunidad de colombianos y venezolanos viven del ‘rebusque’, los hombres se desempeñan en cualquier oficio informal o trabajan de albañil y las mujeres venden tinto o reciclan; algunos niños estudian en Puerto Mosquito otros salen a trabajar.

Por otro lado, cuando llueve estas familias sufren mucho porque se les inundan sus ‘cambuches’ al punto que les toca reconstruirlas o pasar varios días sacando el agua de sus viviendas.

 

HISTORIAS DE VENEZOLANOS

Rosmery Marín, ciudadana venezolana mira las fotos de sus hijas en el celular soñando con traerlas para Santa Marta: “me hace mucha falta mi mamá y mis hijas pero aquí hay más facilidad de encontrar el dinero para mandarlo para allá”, dijo.

Por su parte, Yesica Gutiérrez, del Estado Zulia-Venezuela relató que “me vine hace más de tres meses para esta ciudad, sin embargo, mi esposo tiene más tiempo de estar aquí. Llegamos a El Milagro porque aquí esta una de mis hermanas y ella recibió a mi marido, nos prestaron el apoyo y nos ayudaron a que hiciéramos este ‘cambuche’ y nos han recibido bien. Tengo tres hijos pero nada más me traje uno”.

Siguió contando que “mi esposo vende butifarras y yo vendo tintos, con eso sobrevivimos y cuando nos alcanza mandamos plata a Venezuela porque allá están nuestros padres y familiares. No me puedo quejar porque nos han recibido bien, tenemos para comer y hemos tenido el apoyo de las personas a pesar que son humildes”.

Gutiérrez, también dijo que “la casita la hicimos con reciclaje y unas personas nos dieron para el techo, me regalaron sacos y, en fin trabajamos día a día para sobrevivir, aquí no se puede hacer nada porque la Policía siempre viene a desalojar”.

Luego relató: “Desde que llegué me la paso trabajando y conozco bastante venezolanos en este sector. Yo también salgo a ganarme la vida con mi marido pero la cosa esta dura, pero por lo menos tenemos con que comer, en las mañanas y tardes camino hasta cuatro horas para vender el tinto, lo cual nos sirve para nuestro sustento”, concluyó la ciudadana venezolana.

 

DESPLAZADOS DEL MAGDALENA

Yolima Márquez Maestre, es de un corregimiento de Plato-Magdalena y fue desplazada en el año 2000 e hizo la declaración ese mismo año, asegura que ha hecho la gestión antes la Alcaldía y Gobernación para ver si la ayuda y le dan una casa para sus hijos, pero no ha contado con suerte.

“Tengo siete hijos y vivo con ellos, uno se me fue hace poco a prestar el servicio militar, tengo una hija recién parida y otra embarazada, me dieron tres ayudas de 700 mil y de ahí ni más”, precisó.

Además agregó que “aquí en el Milagros I que ahora lo llaman ‘Villa Caracas’ vivo hace cuatro años, yo me vine para acá porque los trabajos estaban escasos, no había trabajo ni para mi marido ni para mí, entonces nos vinimos para acá donde nos dieron un alojo y de ahí alquilamos una casita, pero mi marido consiguió trabajo de ‘mulero’ y se le acabó y no teníamos como pagar la casa y nos estaban cobrando el arriendo”.

Explicó que : “Yo hablé con el señor que cuidaba este terreno y le dije que me iba a mudar aquí, pero el día que necesitara las tierras yo le salía y le desocupaba y que no voy a pelear por esto, él me dijo que estaba bien. La casa se me cayó con las primeras brisas que pegaron y la volvimos a reconstruir”, dijo Márquez Maestre.

“En estos días mi marido consiguió trabajo de albañil le pagan 30 mil por día, con eso medio comemos. Yo estoy en la casa porque mis hijos pequeños están estudiando y cuando ellos se van al colegio a veces me voy  a reciclar con eso me ayudo un poco más”, expresó la magdalenense.

Por su parte, Yina Ramírez, de Sevilla Magdalena, dijo “desde el 2000 que nos desplazaron de allá estamos en esta invasión, esperando ayudas del Gobierno Nacional y nada porque nos vinimos de allá por la violencia, pues nos amenazaron y nos tocó salir, todos no vinimos con lo poco que teníamos y estamos sobreviviendo con lo poquito, reciclando, haciendo butifarras, echamos arena y el ‘rebusque’ en general”.

También señaló que “mientras salen a trabajar hombres y mujeres, los niños se van para el colegio en Puerto Mosquito, tienen su transporte. La basura la echan atrás en un pozo, nuestros hijos hacen sus necesidades en el ‘monte’, el agua viene una vez a la semana, los niños siempre están enfermos y estamos expuestos a los malos olores. Nos han censado pero no dan nada, han llegado muchos venezolanos a ellos si los han ayudado, nosotros también les hemos colaborado en lo que podemos, nosotros cuando vemos la necesidad los apoyamos a los venezolanos”, indicó Ramírez.

De igual forma, Pilar Viviana Márquez Maestre, de Plato Magdalena, dijo que “vinimos desplazados por la ola invernal de hace tiempo atrás, estamos viviendo aquí hace un año, antes estábamos en casas arrendadas y nos dijeron que paráramos aquí porque no teníamos plata, yo tengo una hija que le dan convulsiones y no teníamos los medicamentos”.

Esta mujer siguió relatando “mi marido trabaja en albañilería y nosotros aquí en la casa, aquí vivimos con mi hijos, tengo seis y cuatro nietos, pero dos hijas están en Plato, el agua aquí es un cuento toca comprarla a cinco y seis mil pesos y dura dos días; cuando llueve nos hundimos”, concluyó.

 

LA MÁS ANTIGUA

Una señora que aseguran es la más antigua de vivir en esa invasión, y no quiso dar su nombre, contó que “vivimos aquí del reciclaje y en una pobreza bien alta, nos tienen abandonados y cada vez que viene la política se mete gente de todos los lados y uno tirado aquí”.

Además dijo que “estamos en el corredor turístico de Santa Marta, vivimos en la parte de atrás del nuevo estadio, aquí hay más de 150 familias y miren como vivimos, abandonados por el Gobierno local, departamental y Nacional”.

Asimismo, señaló que “nos prometieron una casas en Ciudad Equidad y no nos dieron nada porque la mayoría de la línea férrea estamos aquí tirados, tengo 19 años de estar viviendo aquí, traje esos niños pequeños, somos de Soplador-Magdalena llegamos desplazados. Mis hijos ninguno tienen un empleo, van a trabajar a El Rodadero y no los dejan trabajar”, sostuvo la señora.

Para finalizar, relató que “aquí vivimos del reciclaje y le agradecemos a la cooperativa ‘Renacer’ que es la que ha venido con ese programa y nos ayudan, tenemos aquí mismo el nuevo estadio que hay buen trabajo y la familia de uno no trabaja ahí, metieron puro venezolanos porque ellos trabajan por menos plata y nosotros que estamos aquí cerca no nos dan trabajo. Nosotros necesitamos es reubicación y cuando llueve nos inundamos bárbaramente, aquí siempre llegan los políticos y ninguno nos cumple”, señaló muy molesta la mujer más antigua de El Milagros I o ahora llamado ‘Villa Caracas’ por la llegada de cientos de venezolanos a la zona.

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