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Le he seguido la pista a Iván Duque desde 2011, siendo columnista del diario Portafolio y jefe de la División de Cultura, Creatividad y Solidaridad del BID y desde entonces no he dejado de leerlo, escucharlo ni analizarlo.
Su vida ha navegado entre la música, su familia, la academia y la política, más allá de los sesgos ideológicos, ese es el perfil ideal del dirigente político integral, que es aquella persona capaz de poner su racionalidad y su sensibilidad al servicio del “bien común” y que para aplicarlo se requiere del temple de un estadista moderno: firmeza, conocimiento, trascendencia y, cuando procede, pragmatismo bien entendido.
Como resultado de su nivel intelectual, su tendencia a perseguir metas trascendentes y a ser intransigente con el trabajo mal hecho, fue elegido el mejor Senador de la República en 2016 y 2017, cuatro leyes aprobadas, tales como la de permitir usar las cesantías para pagar la educación, ampliación de la licencia de maternidad, ley de desfibriladores, ley de fomento a las industrias creativas y ley de empresas BIC.
Nada de acomodamiento ni de mediocridad, sus debates de control político así lo demuestran, pues la capacidad intelectual es una herramienta insustituible a la hora de enfrentar la creciente complejidad de los problemas sociales de Colombia.
Así las cosas, Iván Duque es progreso y equidad, porque propone un cambio social, que se inicia con la acción del individuo que quiere transformar sus condiciones de existencia generando un Estado propicio para edificar una sociedad donde el talento y la creatividad sean fuente de riqueza y donde el Estado se convierta en un facilitador de la actividad emprendedora e innovadora, que dinamice el régimen de propiedad intelectual y se adapte a las nuevas tendencias del conocimiento, insertar plataformas de microfinanciamiento, fomentar de un nuevo tipo de empresas con impactos positivos en lo social, ambiental y financiero (sociedades BIC), atracción de fondos de capital, fortalecimiento de redes de ángeles inversionistas, transformación productiva hacia la cuarta revolución industrial, dinamizar la creación de spin off universitarios, fortalecer la relación universidad-empresa, en fin convertir a Colombia en un hub de innovación.
Su propuesta de gobierno está contenida en el libro Indignación, de obligatoria lectura para políticos, líderes y tomadores de decisiones, en donde analiza y reconoce la realidad de nuestro país y nos invita a soñarlo y a construirlo.
Necesitamos un líder como Iván Duque, que nos haga pensar que estamos haciendo algo infinitamente valioso: construyendo un país donde valga la pena vivir.