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Segundo Obispo de Santa Marta que fallece por una pandemia

En 1810 la pandemia del Vómito Negro o Fiebre Tifoidea acabo con la vida del obispo Miguel Sánchez Cerrudo, fundador del Cementerio San Miguel. 

Con la muerte de Monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, es el segundo obispo que muere en Santa Marta en los últimos 211 años afectados por una pandemia.

De acuerdo con el arquitecto, varias veces laureado Álvaro Ospino Valiente, según un comentario subido a las redes sociales, especialmente a su cuenta de Facebook, en 1810 murió el obispo Miguel Sánchez Cerrudo a causa de la pandemia del Vómito Negro.

Al obispo Sánchez Cerrudo se debe en gran parte que fue el que impulsó la construcción del actual Cementerio San Miguel, para lo cual contó con el apoyo del ingeniero militar Vicente Talledo.

De esa fecha a la actual han transcurrido 211 años, y en esta oportunidad fue Monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, quien falleció la tarde del lunes luego de estar internado desde mediados de diciembre de 2020 por el Covid – 19.

Según el médico Alfonso Noguera Aarón, el vómito negro, es la Fiebre Tifoidea causada por la Salmonela Tishis que produce sangrado digestivo profuso y anemia grave y por último la muerte.

ALGO DE SU HISTORIA

Según el libro Historia de la revolución Hispano Americana, escrito en 1829, el obispo Fr. Miguel Sánchez Cerrudo, de la Orden de San Francisco, prelado de gran sabiduría y acrisoladas virtudes, por cuyas relevantes prendas se había granjeado la veneración universal.

Habiendo caído enfermo de un resfriado, fue llamado el boticario mulato Remigio Márquez, a quien se prestaba la mayor confianza por el continuado acierto que había tenido con los muchos enfermos a los que había asistido con particular esmero.

Empero la Divina Providencia había decretado la irreparable pérdida de aquel varón apostólico, tal vez para poner nuevas pruebas las virtudes de los habitantes de la provincia, para que se cumpliesen sus inescrutables decretos, dejando el curso libre al encono de los partidos.

El citado Márquez, instrumento al parecer de aquel inicuo triunfo mandó hacer una sangría al paciente, que lo condujo muy pronto a las puertas de la muerte. Toda la población se conmovió al saber la triste posición de su amado prelado: cuando las campanas anunciaron su agonía, prorrumpieron sus feligreses en un amargo llanto, y en imprecaciones contra el autor de tamaña desgracia. Fue buscado con ansiedad el objeto de su ira para cebarse en su sangre; más este se había sustraído con una fuga anticipada a la persecución popular.

Pocos hombres nos presenta la historia, cuya falta haya sido más sentida, ni su memoria más respetada; para perpetuar ésta se colocó su retrato de cuerpo entero frente a la silla episcopal del Altar Mayor, a fin de que sus sucesores le tuvieran siempre a la vista como un digno modelo de imitación: siendo muy reparable que los insurgentes no le hayan quitado aun en la mayor fuerza de su furor revolucionario.

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A instancia de los habitantes de Santa Marta, nombró la Corte de España por sucesor del señor Cerrudo a su secretario Fr. Manuel Redondo y Gómez; aunque las virtudes de este religioso correspondía al empeño con que fue solicitada su elección, no quedó sin embargo cubierto el gran vacío se notaba en aquella provincia con la falta del único hombre 100 Nueva Granada: 1810, capaz de haber contenido con su simple voz evangélica el genio del mal en sus tenebrosas cavernas.

Los primeros que se pusieron a la cabeza del partido faccioso pidiendo la creación de una junta popular, a imitación de la que al mismo tiempo se había instituido en Cartagena, aparentando un fingido celo de salvar aquel país de la coyunda francesa, fueron el coronel de milicias don José Francisco Munive, y el boticario Márquez , que había sabido con sus estratagemas y ardides calmar la primera irritación producida por la muerte del obispo.

Unidos estos dos corifeos con otros de sus partidarios, que lo eran los Diaz, Granados y una parte de los individuos del regimiento de milicias, única fuerza que se hallaba en Santa Marta además de los pocos artilleros, lograron sobrecoger al pueblo, y establecer la junta proyectada. El coronel don Tomás de Acosta, gobernador de la provincia, dotado de la más acendrada lealtad y de bastante firmeza de ánimo, sin embargo de su avanzada edad hubo de tolerar la primera erupción volcánica,  y aun de admitir la presidencia que le dieron los facciosos con la idea de adormecer su energía y vigilancia; pero estaba trabajando ocultamente con el mayor empeño para derribar aquella asamblea, cuando una conmoción popular se anticipó a dar ejecución a sus deseos.

No se desanimó el intrigante Munive con este golpe, y trató en su vez de fortalecer su partido con el mismo cuerpo de milicias a cuyo frente quedó todavía colocado más la creación de otro batallón de milicias de seis compañías con el nombre de voluntarios patriotas de Santa Marta leales a Fernando VII, que empezaron a servir a fines del presente año, y el nombramiento de don José María Martínez de Aparicio.

Terminó el año 1810 con adoptar los revoltosos de la capital como medidas principales después de sus movimientos populares la estipulación de un tratado de alianza con los disidentes de Venezuela, y el nombramiento de diputados de las provincias para el congreso de Santa Fe.

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